1.-Déjenme proponer que hay o ¡ay! poemas interinos. Que están ahí, como un diplomático púber y desorientado, tapando un hoyo, curando una herida, haciendo tiempo. Hay también, qué duda cabe, poetas interinos, artistas de la lengua, acumulados por millones, o cientos de millones, o miles de miles de millones, esperando que lleguen quienes se supone deberían llegar.
Pongamos un ejemplo. La distancia entre el último profeta del Antiguo Testamento y el primero del nuevo es, nada más y nada menos, que de cuatrocientos años. Un silencio divino prolongado para la brevedad humana. Pero como una exhalación para un Dios eterno. ¿Qué pasó acá en la tierra? Nació un género literario: el apocalíptico. Esta prosa hebrea hilvana como puede un tejido que cubra el mutismo celestial. Esos textos, espurios y desconcertantes, mezclan historia y profecía, saturan de simbolismos y predicciones, y se esmeran en parecer divinamente inspirados. O sea, son interinos. Se estudian con dignidad y encomio, pero son lo que son.
Hay poemas, entonces, ya se dijo, interinos.
2.-La RAE / Interino:
A.Que sirve por algún tiempo supliendo la falta de otra persona o cosa.
3.-Se me dirá: oye, todos los poetas ocupan un lugar en la historia de la poesía, son irremplazables. En realidad, me equivoco. No sé quién diría algo semejante.
4.-Un poema interino. No refiere al boceto. No refiere a la idea. No refiere a la última versión. Dicen que Wallace Stevens esbozaba sus poemas caminando de su casa a la compañía de seguros de la cual era gerente. Una vez apoltronado en la oficina, los escribía. Ese ejercicio abstracto, esa lengua provisoria en el pensamiento de don Wallace no tiene relación alguna con el poema interino. Es difícil que el tío Wallace haya escrito o imaginado un poema de tal clase, no debido a su talento o destreza, sino porque el poema interino acompaña, la mayor parte de las veces, a un ajetreado, lúcido, esperanzado o amargado poeta interino, lo cual él no fue en lo absoluto.
5.-Escribe Derek Walcott:
«Al provincianismo le encanta la falsa épica».
6.-Yo, que soy —por cierto— un poeta interino, digo: Derek, déjame pensarlo.
7.-El poeta interino está en el extremo opuesto del Bartleby que estudia Vila-Matas. El poeta interino escribe como condenado. Ojo, pausa: ojalá no se moralicen, como es costumbre en la política actual, estas decisiones soberanas. Uno deja de escribir y el otro de meditar lo que escribe ¿Y? Porque el poeta interino está ahí ante una urgencia real o ficticia; concreta, material o soñada; ante lo cual tiene que reaccionar con épica, aunque esa épica sea simple, vacua o torpe. El poeta interino ocupa un lugar que, en estricto rigor, no le corresponde. Pero alguien tiene que sentarse en la silla. Alguien tiene que leer en un recital de poesía. Alguien tiene que publicar sus libros con editores abusivos que aprovechan el delirio literario como acciones en la bolsa. Alguien tiene que tomar vino y hablar de Enrique Lihn al mismo tiempo. Alguien tiene (en realidad tenía) que comer pichanga en “Los cisnes” y acordarse de Jorge Teillier y el “cuando yo no era poeta”.
8.-La cosa pasa de castaño a castaño oscuro cuando hablamos de políticos interinos. Estas personas son un verdadero problema. O, más bien, un síntoma inequívoco de un desastre momentáneo. Un desastre que puede ser a todas luces una obviedad o apenas un movimiento telúrico que sacude a la economía y a la educación con algo de mañosa benevolencia.
¿Cuántos años le damos al político interino? No confundir, por cierto, con los partidos políticos que, por causas múltiples y sorprendentes, se están volviendo acaso más interinos que los propios actores políticos. Pero volvamos al asunto. A todas luces, un poeta interino es un individuo que está haciendo, más allá de sus buenas intenciones, el loco. Tiene la brújula rota, la autocrítica deshecha, la capacidad lectora es más que inconstante y —en una de esas— adicto a los perfumes más empalagosos del sistema solar. No es alguien que esté en sus cabales, tiene quizá buenos amigos, o amigos culposos en exceso, pero este sujeto más que lectores necesita ayuda. No así con el político interino. El político interino podría ser excelso, justo, imparcial, demócrata, superior en el intelecto, estadista, serio, dadivoso y, aun así, interino. Un veranito de San Juan en medio de la tormentosa administración de un país. No olvidar, en este sentido, la reflexión de Kavafis en su poema “Los bárbaros”. Los bárbaros, a veces, son esperados, anhelados, vistos como una solución. Imagínese la magnitud del problema si la solución son los bárbaros.
9.-Ahora bien, la reflexión nos obliga a llegar al punto más terrible de todos. Que por escaso a veces es objetado. Pero algunos países delirantes hacen coincidir, cada mil o un millón de años, a un político interino que es, además, aunque sea difícil de creerlo, un poeta interino. Un sujeto que, al menos, tiene dos caras. En el buen sentido de la figura, por favor. Un sujeto que es más que una pura persona. Un individuo que reconoce su lugar en la historia como un puente entre dos abismos. Ocupo la palabra “abismo” con más dulzura de la que aparenta; podría haber dicho también “dos páramos inertes” o “dos jardines estelares” y la referencia no siendo la misma, tiene un mismo ímpetu metafórico.
Este sujeto singular mitad poeta interino y mitad político interino, está ahí ocupando el lugar que le corresponde a otro. Sin embargo, hay que hacer notar que, mientras en política ese sitio de tránsito es (en parte al menos) fruto de la ciudadanía que escoge, en el caso del poeta es una apuesta personal. Esta persona notable resuelve entonces esa tensión tan estudiada entre individuo y comunidad, la que nos ayuda a oponer la soledad con la compañía; el liberalismo contra comunitarismos de distinta especie; el individualismo tocquevilliano con la monarquía, etc. Quiero decir, para que se entienda, que nuestro objeto de estudio es, a la vez, tan personal como colectivo, tan capitán de su destino (en cuanto poeta) como resultado de los otros (en cuanto político).
Poder y poesía, ya estará claro, configuraban —como se dice ahora— un binarismo sin solución alguna. Unos opuestos irreconciliables. Pero ya salta a la vista que, en el caso que estamos revisando, los extremos rompieron su célibe autonomía para encontrarse, mezclarse y fundirse como un cálido e indeterminado cuerpo. Lo primero que se hace en estos casos, para variar, es acusar al poeta. Asociar su mediocridad o extravío al encuentro (no del todo fortuito) con la política. Dicho de otro modo: cuando el poeta interino es consciente de su intrascendencia, ve en el juego democrático, en las redes del poder, un espacio sofisticado de la lengua, un campo abierto para ejercitar la retórica, de modo que la política se le presenta como una versión recamada (y con más presupuesto) de un recital de poesía. ¿Hay en cada uno de estos políticos un poeta inhumado? ¿Hay detrás de sus ditirambos e invectivas un bagaje poético sumergido?
10.-Maquiavelo recuerda, con una labia asaz poética, que don César Borgia conquista y pacifica La Romaña (una región del centro de Italia) dejando a cargo del proceso a Remirro de Orco (¡vaya!), un hombre cruel cuyo trabajo es efectivo en un lapso más que breve. Una vez cumplida la tarea, por cierto, don César hizo partir en dos a don Remirro, en plena-plaza de Cesena con otra dosis de crueldad. En términos metafóricos y, por supuesto, civilizados, ahora llamamos “fusibles” a “los Remirro”. El crimen es puramente simbólico.
11.-No sé por qué recuerdo el último poema del último libro de Luis Cernuda. A sus paisanos les escribe: «Contra vosotros y esa vuestra ignorancia voluntaria, / Vivo aún, sé y puedo, si así quiero, defenderme. / Pero aguardáis al día cuando ya no me encuentre / Aquí. Y entonces la ignorancia, / La indiferencia y el olvido, vuestras armas / De siempre, sobre mí caerán, como la piedra».