Me llamó mi amigo y colega Óscar Barrientos para contarme de las conclusiones de una reunión del colectivo de Pueblos Abandonados a la que yo no pude asistir. Me contó que una de las cosas relevantes era la de nuestra postura y participación en el proceso constituyente, más allá de la cuestión ciudadana que se da por descontada, además de temas ligados al canon literalitoso y a los paradigmas escriturosos en juego, más otras perspectivas críticas emanadas del territorio. Todo esto en preparación de un encuentro que se verificará en marzo (si la pandemia quiere). ¿Cómo reflexionamos sobre esto y lo otro en el territorio, que es el eje central de nuestra praxis textual? ¿Cómo generar una nueva subjetividad a partir de una práctica textual y ciudadana que promueva otros modos de habitar? Por cierto, Santiago y el santiaguinismo no está contemplado.
Consideramos que este puede ser un evento épico nada más ni nada menos que para escribir un texto común que nos ponga a todas y a todos de acuerdo en un Nuevo rayado de cancha, lo que supone un listado de deseos, por un lado, pero también deberes y derechos como ciudadanos y como vecinos. Es la oportunidad para ser más domésticos o para ir de lo global a lo local, y renunciar al delirio de estar en Berlín o en una urbe que nos llene el mito de la fama. Lo importante es el fracaso o cómo trazar los grandes lineamientos que nos hace ser república democrático parlamentaria, pero también debemos estar obligados a meter la mano en el excusado (lo decimos literalmente, no como metáfora) para limpiar la mierda o cambiar radicalmente los modelos de evacuación.
Todo esto lo pensamos desde los lugares en que hacemos nuestra pega de informadores de sitio, no desde lugares de confort capitalino, ya sea desde el power academicoide o desde el placer urbanístico moderno contemporáneo de paseos de mascotas y/o de cafecitos ñuñoínos o providencianos. Recordemos que los writers santiaguinos (escritoras y escritores) suelen rentar de causas politicástricas progres que siempre les están lejanas, basta con su apoyo mediático, lo que implica que no se mojan la raja, como nosotros que debemos padecer al puterío poweroso local que funciona con directrices capitalinas. Nosotros en cambio no apoyamos o no somos causeros, estamos en las peleas territoriales sin el espectáculo mediático, nos ensuciamos y padecemos la ilegitimidad que eso conlleva. En este punto quiero recordar a los colegas del 38 apoyando los procesos de frentes populares de la época y la lucha antifacista. También hay que acordarse de los compañeros de la UP, a pesar de que el espíritu del escritor oficial ya nos rondaba, en donde hubo apoyo de varios de los nuestros al proyecto socialista, incluida la gran épica de Quimantú.
Hoy en cambio la mayoría de los escritores, incluyendo parte no menor de la escritura de mujeres, se comprometió con el proyecto (neo)liberal, en la medida en que se generó una escena confortable e institucional (ministerio mediante) regida por una irrefrenable voluntad de parecer modernos y legitimados según los estándares internacionales.
Pienso esto desde la perspectiva de Pueblos Abandonados y de nuestra responsabilidad de entregar informes de política cultural y de la necesidad constante de analizar la situación político cultural. Por eso en marzo tenimos un encuentro en que participarán escritore(a)s de Arica a Magallanes, sin pasar por Santiago (aunque hay algunas comunas de la RM que califican como PPAA) y alguno(a)s del extranjero.
¿Qué chucha es un escritor territorial? De partida no es un puto santiaguino ni una diva capitalina, es una subjetividad odiosa que quiere venganza, no podría ser de otra manera. Los santiaguinos creen en el premio nacional, en el canon chupapiquístico y en que cada régimen político, incluso cada presidente(a), tiene a su poeta de turno (sin dar nombres). Paradojalmente, ningún alcalde tiene a su poetiso o poetisa para validarse, no lo necesitan, porque les basta con el evento mediático traído de la capital (ahí los actores y los músicos eran los beneficiados). Esa diferencia nos constituye, de algún modo la razón municipal nos ha dado carta de ciudadanía en relación al desprecio y al ninguneo. Algunos de nosotros pretendimos (o creímos) alguna vez, que la afirmatividad del territorio, con todo lo que ello implica, tenía o podía tener un momento municipal, pero no podía ser así, fuimos ingenuos. Porque las mafias políticas que llegan al municipio dependen o son tributarias de mafias santiaguinas, no son autónomos.
Nuestra lucha puede que tenga que ver con los bosques y los humedales, y con las crónicas de vecinas que cuidan semillas o, tal vez, con pueblos no criollizados o con modos provincianos de vestir o de andar, o con maneras oblicuas del texto que no necesariamente aluden a la modernidad de la manera como manda la puta capital.
En fin, no quiero parecer resentido, pero ha sido difícil para nosotros ser escritores de tercer o cuarto orden. Un botón de muestra: mis libros no están exhibidos expuestos u ofertados a la comunidad en la biblioteca municipal de San Antonio, porque un funcionario municipal que ahí trabaja lo impide. ¿Qué se puede hacer al respecto? Es sólo un ejemplo.
Nota: Tengo la sensación de haber escrito sobre esto mismo con anterioridad. Por otra parte, esperamos que con la pandemia gran parte del orden anterior que describimos se vaya a la mierda.