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SANTIAGO
CULTURA, VOCES Y POSVERDAD
CHILE

Chile tirado en la acequia

MARCELO MELLADO

El conflicto que protagoniza Cristián Warnken con la izquierda cultural da cuenta, creo, de al menos dos cosas, de un desplazamiento de la política hacia la cultura, dada la voluntad de protagonizar la escena por parte de los trabajadores de la cultura, y la vocación irremediable de nuestro ordenamiento político por soluciones de elite, es decir, dejando de lado a una buena cantidad de la población. Esto supone algo muy simple y horroroso, que no es posible el diálogo para llegar a acuerdos de ningún tipo que implique la sobrevivencia de la República, porque los dueños del país no creen en la democracia que consensuamos (y nosotros tampoco, por ende), la que irremediablemente genera asimetrías de poder odiosas y criminaliza la actividad  política formal.

Este desplazamiento de la discusión hacia los intelectuales es por la ausencia brutal de la iglesia, puente tradicional entre los hijos de la grandilocuencia y el power. Ya lo hizo ver Warnken cuando entrevistó a Carlos Peñi, otro sacerdotiso que lleva velas en este entierro.

Si somos cínicos, los que nos dedicamos al arte y la cultura no estamos en mal momento, al menos a nivel de visibilidad mediática. Aún tenemos la posibilidad de ir a matinales y compartir el teatro de operaciones pandémico con los alcaldes que son los personajes clave.

Este desplazamiento de la discusión hacia los intelectuales es por la ausencia brutal de la iglesia, puente tradicional entre los hijos de la grandilocuencia y las otras filialidades del power. Esta ausencia ya la hizo ver Warnken cuando entrevistó a Carlos Peñi, otro sacerdotiso que lleva velas en este entierro. La iglesia dejó un nicho vacío que debe ser cubierto, dado que la moral de Chile está tirada en la acequia.

Nos estamos yendo a la chucha, pero la poesía sigue viva. Alguna vez esbocé la tesis de que los poetas escondían, en ese caparazón de superioridad moral, una inmensa voluntad de poder político (y también podríamos decir de promoción de élites). Me equivoqué, porque ya no esconden esa pretensión de poder, la exhiben impúdicamente. Esta es una de las pruebas, es decir, la conducta polémica de Cristián Warnken y del ejército político cultural que lo denosta.

Una catástrofe humanitaria que nos debiera unir, paradojalmente nos separa. Porque nos tenemos un odio parido. Nos estamos yendo a la chucha.

Algo como una catástrofe humanitaria que nos debiera unir, paradojalmente nos separa. Porque nos tenemos un odio parido. Y no podría ser de otra forma en este contexto.

Creo o supongo que las entrevistas y la escena textual de Warnken son parte de su emprendimiento personal, uno de los más exitosos, por lo demás. Su pime supera en efectividad política y financiera a las otras pimes poetizantes, como el de las editoriales independientes, por ejemplo. Por otro lado, debe ser cierto que interlocuta o que tiene el apoyo de los poderosos, pero eso es parte de su emprendimiento y siempre lo fue. Y eso lo legitima como voz propia.

Uno que nunca ha comulgado con su propuesta estética, por decirlo de algún modo, sabe que ahí hay un área de trabajo, una toma de posición o de lugar que es envidiable o envidiada por muchos colectivos progre que encontraban (o encuentran) potente su movida cultural.

Porque los que estamos al otro lado del río, hemos sido incapaces de proponer y promover modelos de diálogo ni siquiera entre nosotros mismos, menos le podemos dar respuesta a una república democrático parlamentaria, fuera de ciertos delirios alcaldicios.

No hay nada más ultra que un moderado con vocación y voluntad de verdad.

La pequeña micro pime que yo represento siempre hizo lecturas de estos emprendimientos desde la provincia más charcha, cuando eran apenas pequeñas movidas mediáticas. Y como el fracaso era nuestro éxito, no era difícil que nos fuera bien. Y éramos despreciados, como estaba previsto, por “nuestra propia gente” (me refiero a la cultura de izquierda o progre) que validaba culturalmente empresas metafísicas como las de Cristián Warnken, cuya gran validez y legitimidad es su impronta política con las élites más potentes, incluso en conflicto con las élites artístico culturales, esa es su gran obra, la que claramente nos interpela.

Lo que nos debe quedar claro es que si hay un diálogo en serio, incluyente, la cultura podría ser uno de sus protagonistas, incluso para interlocutar con los más cerdos.

Hay, finalmente, al menos otros dos tópicos que habría que tomar en cuenta en esta discusión política, por un lado las relaciones entre estética y política, cuestión que habría que agradecérsela a Warnken, recuerden que él está usando una potente y muy usada figura retórica como eje discursivo, que es la paradoja; por otra parte, algo que no se infla mucho, que son las relaciones entre la corte y la aldea, y que mucho intelectual orgánico se salta, a pesar de Gramsci y, finalmente, concluir que no hay nada más ultra que un moderado con vocación y voluntad de verdad.

19/06/2020

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