El otoño ya es una segunda parte, o al menos una nueva versión tan conocida que hasta se puede anticipar la música que estará sonando. Y las quejas. Y las denuncias y las explicaciones. En la mitad del primer ciclo de la Pandemia –Gallardo por ahí dice: el Año 2 de la Pandemia–, lo que anda en la calle es la muerte y la frustración. Y el miedo, cuando la conferencia de prensa dice las edades de los que están internados, graves y gravísimos o muertos. Va a ser otra vuelta en que la hay que despedirse antes de entrar al túnel y aguantar hasta que salga el sol. Cuesta darse cuenta de la repetición y puede resultar tan raro como mirar un video del 8 de octubre del 2019. O algunos más viejos, de cuando el mundo era otro (1) (2) (3).
Así pasa con las grandes tragedias, parece. De repente estás rodeado y todo fue (Esto es, escribió Milagros Abalo hace casi cinco años): ya tienes muertos a los que llorar en la estadística y el futuro. El futuro. O lo de siempre: que nos divertimos en primavera, y después nos llega el invierno.
Pegados a la pantalla por la que miramos las cosas, nos vamos a encontrar alguna vez, en alguna parte, con el mundo real. Un mundo que ya se está armando. Y para que no se esperancen con que eso pueda ser meramente conceptual, no es malo pegarle una mirada a este aterrador documental de Gianfranco Rosi, que con diez añitos encima sigue siendo igual de temible. Armado a partir de una entrevista –pero bien hecha, lo que demuestra que se pueden hacer cosas serias con una sola fuente–, El Sicario es el monólogo de un asesino de un cártel mexicano que explica el cuarto de siglo que estuvo trabajando con el narco, que lo formó y le explicó cómo había que torturar y matar gente. El desconfiado, como siempre en estos casos, va a desconfiar de un testimonio tan perfecto pero lo lamentable es que el final, el giro del tipo en el último tramo, le dan mayor verosimilitud al encapuchado éste, primeralínea del infierno.
En fin. Otras cosas para el encierro: esto, de Suecia y su fórmula durante el primer ciclo de la peste y de los castillos de naipes que se derrumban sin que se derrumben las sociedades ni la política.
Y esta historia, de la libertad de pensamiento y la evidencia.
Y esta envidiable entrevista a un señor argentino que vive en Santiago.