Ya no el alternativismo progre que a estas alturas huele a zorronismo de izquierda, tipo Manuel García o Gepe, con cancioncitas inteligentes, sensibles, cultonas y pequeño burguesas, como de asado ñuñoíno; no, aquí un trapero criollo primitivo y bestialmente candoroso. Vamos por otro lado en este caso, otra es la ruta del deseo de producción de obra.
Frente al peligro de que en cultura nos instalen algún caracho mediático o la patética posibilidad de algún giro poético populista (imagínense un poeta ministro, de ahí al exilio hay un verso o un paso), uno se refugia o apela a estas prácticas perturbadoras e inicuas, ni siquiera para entender el mundo, sino para tomar más distancia, porque el otro no sólo es una amenaza, es un crimen en sí mismo.
Preocupación que compartimos con algunos colegas, tanto de Pueblos Abandonados, como de la capital, por eso uno se aferra a otras evidencias más terrígeno barriales, concretamente, al trabajo que hago fracasadamente en mi comunidad, con un centro cultural que administra un museo de sitio y en el que colaboro tratando de que mi vecindario adquiera fortaleza política y administrativa. A quién le importa si el power político reconoce otras razones de mayor peso, como es la ocupación de lugares por grupos de interés (interés de crear nuevas élites).
A todo esto hay una actuación de Marcianeke anunciada para mi barrio, me noticio por unos carteles de circo. Sí, aquí en Placilla varó un circo en tiempos de pandemia y estallido social, y derivó en productora de eventos, no sin antes vender completos, y una que otra actuación circense, incluido los Atletas de la Risa, y ahora, antes de abandonar la zona para seguir el viaje que suelen hacer estos circos por el país, invitan a este gran referente de la música urbana y del consumo artificial de iniquidades.
No logro darme cuenta si el barrio se entusiasma, vale 20 lucas la entrada, que no es poco. Y al rato me doy cuenta que al parecer no se hizo el evento, quizás porque era muy caro o por una cuestión de seguridad, porque un amigo medio en chiste, medio en serio, me dijo que si quería ir al recital tenía que conseguirme un chaleco anti balas. Percibo algo de Johnny Deep en el crío, una especie de gorilón sin musculatura, de un machismo arcaizante que debe gustar a más de algún cerdo cara de chileno despreciado por el mundo que le circunda, como a uno, quizás uno de los últimos cara de hombre que queda en el área. Ahí hablar de machismo o feminismo no faculta, no es tema.
Queda claro que de esta fina basura tiene que hacerse cargo el alumbrismo izqueirdistoide alternativo que siempre ha tendido a validar al primitivismo canero fascineroso, como un modo radical de lucha antiinstitucional. En este contexto todos somos “perkin”, desde el poetastro uno al intelectualero equis, pasando por algún Gumucio de la plaza. Una sobrina me decía que a estas alturas los zorrones podían estar validando al Marcianeke, quizás como un modo de superioridad étnica y social, y estética, atribuyéndole, tal vez, solamente, algún modo de conexión sagrada con una audiencia que lo hace ganar billete.
Obviamente, al lado de ese humanoide todos hemos fracasado. Los que no somos nada, alienígena kuliao, te amamos. Voh no necesitai saquear un mall o un súper para tener bienes, por eso te envidiamos todos. Me hubiera gustado ir a verte a la carpa esa, pero no me atreví porque me hubieran rechazado de entrada, aunque igual creo que no viniste, quizás estabai muy duro como para subirte al escenario.
Creo que el grupito que está haciendo el listado ministerial debiera tomar en cuenta el fenómeno, a este marciano maldito, al menos para pensar que la política debiera transitar por el lado de lo público y las comunidades, y no hundirse en el magma mediático. Y que si deciden optar por el zorronismo artísticoide vamos a tener un bajón profundo. En esta huevada hay mucho político tipo Sharp, participando delirantemente, con sus proyectos particulares de niñitos malcriados, en el mercado político.