Ciertos grupos de interés cultural y libresco a nivel nacional que han asumido ciertos tópicos de pertenencia a una manada (¿o mamada?) que atesora mitologías emancipadoras y de rebeldía contenida, rigen, sin querer queriendo, sólo porque viven en lugares privilegiados de la capital, los destinos de lo escribible y lo decible en el ámbito de la producción de obra. Creo, digo, pienso, imagino.
Quizás me esté refiriendo a la ideología de género o a alguna perspectiva feminista, o a la corriente editorialista que asume diversas subjetividades que pretenden rentar del diseño acomodaticio de ciertas marginalidades, ya sea las disidencias de género, siempre apegados a una subversividad domésticada por una academia confortable. Sin negar la potencia crítica de cierta literatura escrita por mujeres ni los registros de pensamientos que objetivamente subvirtieron el orden del discurso (sin dar nombres para no excederme ni herir inocencias) y la apertura a subjetividades y alteridades que abrieron nuestros modos de habitabilidad y nuestras cabezas chatas.
El enunciado “inmunidad de rebaño” es una buena imagen de un estado de situación probabilística, porque alude a una uniformidad que siempre ha sido la obsesión, al parecer, de nuestra especie, un tópico sobrevivencial tribal. Recuerdo que cuando me dedicaba a la pequeña ganadería y tenía a mi cargo una veintena de ovejas, unas ocho vaquitas, más algunos caballos y otros animales a mi cargo (sin olvidar una parvada de gansos), en un contexto de agricultura de subsistencia, fue precisamente el ganado ovino el que me dio más dolores de cabeza.
En realidad, me cargaban las ovejas, porque se comportaban como un insoportable rebaño que seguían la línea dominante. Recuerdo que cuando la oveja líder pasaba un cerco y dejaba restos de lana en las púas del mismo, las otras ovejas, frente a esa evidencia, la seguía ciegamente. Terminaron siendo una pesadilla, porque el vecindario rural, en su precariedad, solía enviarlas al potrero largo, o sea, al camino, y cruzaban los cercos y podían comerse potreros de otros agricultores pequeños, reservados para el duro invierno o para talaje. Era un modo no muy oblicuo del odio vecinal, más aún, cuando les molesta no saber quien eres.
La actitud de manada o de rebaño (¿o mamada, nunca me queda claro, quizás dependa del animal en curso?) es característica de la acción política y de la producción artístico cultural, cuando se las considera como estrategia de ocupación de lugares, haciendo la homología que corresponde.
Desde la perspectiva diversa y multívoca de Pueblos Abandonados (PPAA), colectivo al que pertenezco y que para mí es una especie de comité central que me autoriza a la posibilidad del habla, somos críticos de este modelo de trabajo y hemos intentado promover otros modos de habitabilidad que nos permitan trabajar desde la autonomía y acceder a tributos verosímiles y verificables en el trabajo o en la lucha.
Por eso, en este contexto, la praxis política del santiaguinismo que rige la escena electoral, hay una operadora mediática que hace uso del sospechoso dispositivo de la abuelidad para manipular conciencias fláccidas o nietecitos, es, quizás, un modo de realización de esta actitud de dominación y control perverso que se actualiza en el modelo tribal de acción política. La abuelidad como sistema sustituto de la maternidad la recuerdo a propósito de las abuelas de Plaza de Mayo, en ese caso era un modo sobrevivencial de representación de lazos parentales. Incluso, vagamente, se me viene a la cabeza un texto que proponía la aceptación en nuestro vocabulario del vocablo “abuelidad”, análogo al de maternidad, porque correspondía a una práctica concreta de supervivencia. En este caso es una perversión del rol comunicacional siniestro de la tele abierta y su vocación de espectáculo (matinales incluido).
En general el modelo electoral que padecemos se sustenta en el abuso de una concepción de rebaño e infantiliza las relaciones. También es el caso del protagonismo de algunos alcaldes, se trataría de un rebaño municipal como clientela servil y genuflexa, dispuesta a ser abusada. Por otro lado, el agotamiento partidista, como representación del deseo popular, que está moribundo y que está siendo reemplazado por las organizaciones sociales y comunitarias.
Es probable que la clave de todo esto siga siendo una activa participación de todos nosotros en el proceso constituyente, ese debiera ser el gran acontecimiento político cultural, algo que vaya más allá de los que sean elegidos, nos referimos a que los representantes debieran promover sistemas de participación local, para que efectivamente funcionen como mandatados.
El efecto rebaño, manada o bandada u otros sustantivos colectivos, nos acerca a las soluciones ligadas al chupapiquismo estratégico-táctico que reemplaza a las acciones colectivo crítico de un pueblo organizado, por la fidelidad a un jefe de pandilla. ¿Qué hacer? Luchar y seguir luchando, hasta que una medalla que nos pinche el pecho nos reconozca como combatientes heroicos.
Y como operador de la palabra, miembro fundador de Pueblos Abandonados, en el día internacional del asma, sigo movilizado en mi pequeño espacio, trabajando la tierra y participando en algunos procesos comunitarios.