No nos referimos al género novelesco, que era el correlato literario que no sólo leímos, sino que también vimos en el cine. Más bien estamos hablando de una nostalgia bolchevique, no de la Guerra Fría post Segunda Guerra, sino del trabajo político de sujetos con los cuales unos sentía una hermandad política. Estamos pensando en la crónica posible de un cierto tipo de operadores políticos, que conformaban una especie de familia ideológica, también un tributo al movimiento comunista, que se me hace presente en el tiempo y que me aroma el deseo de memoria al recordar a algunos de sus más cercanos operadores que eran de nuestro barrio. Nos estamos refiriendo a esos agentes políticos y de inteligencia que internacionalizaron esa épica fallida del socialismo “real” y que anduvieron merodeando por el barrio.
Quizás debiéramos hablar de militantes especiales que hacían un tipo de trabajo que tenía varias aristas, las más descollantes eran la búsqueda de información sobre el enemigo y el sabotaje a sus operaciones político militares, siempre en un contexto de oscuridad y secretismo, y en el que participaban artistas e intelectuales, como comparsa, a los que mi generación tributaba.
Era un mundo otro, machista y heteronormado, obviamente. Mirado desde nuestra época, en que el signo de género de apoderó de la mirada, era una época muy gorilona en que primaba la lógica de la guerra.
Queremos centrarnos, acotada y fundamentalmente, en cierto trabajo realizado por el servicio secreto de la URSS, más conocido como KGB, aunque había otras siglas, en relación a sus actividades, tanto en Europa y el resto del mundo, incluida América Latina en donde hay un capítulo que involucra a nuestro país. Por eso, esta especie de informe solo quiere decir que hay una investigación en curso sobre ese periodo de la guerra que involucra a militantes del partido (comunista, obviamente).
En lo personal, siempre he sentido un placer pendejo por las películas de la Segunda Guerra Mundial, sobre todo cuando estaban asociadas al capítulo del espionaje. Me parecía atractivo que el escenario brutal de la guerra estuviera matizado por esa área opaca, secretista, intrigante y aventurera. Era un mundo otro, machista y heteronormado, obviamente. Mirado desde nuestra época, en que el signo de género de apoderó de la mirada, era una época muy gorilona en que primaba la lógica de la guerra.
Hoy que todo tiende a la transparencia y al diálogo, y a la hipervisibilidad, o al grado cero del misterio, hubo una época en que era al revés, había que pasar desapercibido y se imponían la oscuridad en las relaciones internacionales e interpersonales, y todo era más indirecto. La guerra fría fue una de expresiones culturales más desatadas de esa oscuridad. Vivíamos en el imperio de la conspiración. Era el tiempo de los grandes conflictos y la política enfrentaba a dos grandes bloques. Al parecer las guerras mundiales determinaron esos modos de relación.
El espionaje tomó otra dimensión con la Guerra Fría, cuando irrumpió en el imaginario político internacional la CIA, como punta de lanza del imperialismo yanqui, desestabilizando países y contrarrestando la influencia soviética o comunista. El mundo se dividía, (in)cómodamente, en dos, capitalismo y socialismo, o mundo libre y cortina de hierro, o mundo occidental y la amenaza comunista. El espionaje occidental no nos interesa, porque estaba al servicio del mundo capitalista y, luego, imperialista. Pero ese espionaje estaba ligado a oligarquías locales malditas.
Yo me quedo, a nivel de gusto narrativo, con el periodo de entreguerras y con el evento bélico mismo. Fundamentalmente, con la inteligencia soviética y su trama en los distintos conflictos de ese periodo. En esa elección hay un detalle afectivo, muchos de mi generación somos tributarios del relato épico de la revolución socialista, por lo tanto, tenemos una opción preferencial por el diseño soviético.
En lo personal, hubo una lectura clave que fue La Orquesta Roja del investigador francés Gilles Perrault, sobre la práctica de inteligencia del agente al servicio de la KGB Leopold Trepper en plena Segunda Guerra, el que dirigió el servicio secreto soviético en Europa, incluido Berlín. Entonces, aquí haríamos un corte, no nos interesa tanto el tema del espionaje en tiempos de la Guerra Fría, sino más bien en el periodo anterior de entre guerras y el que se produce en plena guerra.
La guerra fría fue una de expresiones culturales más desatadas de esa oscuridad. Vivíamos en el imperio de la conspiración.
Quizás este sea el último género narrativo brutalmente heteronormado, la misma práctica del espionaje viene de la guerra, como evento masculinoide endémico. Escribir de espionaje hoy día, es lo mismo que mantener los clubes de Tobi con bullying homofóbico afectivo con los amigos hetero, más aún, en un asado.
Me permití hacer una pequeña investigación en el barrio sobre el tema. Había descubierto, primero, por conversaciones informales con mi hermano, con el que veníamos siguiendo episodios arcaicos de inteligencia política, quien se había topado con un libro sobre la lucha cultural entre la CIA y la KGB en tiempos de la Guerra Fría y con un libro de una investigadora Contarricense, Marjorie Ross sobre un gran espía soviético que hasta adquirió esa nacionalidad y que anduvo por acá por Sudamérica, Chile incluido.
También me topé con la hija de un escritor que vivió en Chile y que habría formado parte de una red de espionaje en la que incluso se menciona a Neruda y a Luis Enrique Délano (el papá del Poli). Hay un personaje clave, un soviético que está entre los grandes del espionaje soviético que anduvo por el barrio (Buenos Aires, Montevideo y Santiago de Chile, además de México y centro América), se trata de Iosif Grigulevich.
Éste, después de la guerra civil española, en la que participa como agente soviético y en que es parte del equipo operativo que mata a Andrés Nin, líder del trotskista del POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista), es parte de esa trama en que no sólo la política es la continuación de la guerra, sino del crimen, porque el fin justificaba todos los medios. Todo esto en la línea del delirio stalinista, el que incluiría los atentados contra Trotsky en México. Luego pasaría por Argentina y Chile para atentar contra intereses alemanes en Buenos Aires. Todo esto, antes de la Guerra Fría.
Continuará…