Es febrero y asistimos a la llegada de miles de personas de paso por el archipiélago. Las filas en Pargua y Chacao se extienden incluso algunos kilómetros. En Ancud no se nota tanto, pero la llegada a Castro es un atolladero porque no fue concebido para este futuro: la carretera pasa por el medio de la ciudad con sus cuestas, esquinas y callejones estrechos. Enormes cantidades de vehículos circulan por los caminos y – otra vez – conversamos con los vecinos acerca de lo extraño que se vuelven nuestros pueblos en los meses de verano. Las personas mayores hablan del otro, el visitante, como un ajeno. Y así son los que llegan y se van: ajenos en las costumbres, ajenos en el trato.
Hace un par de décadas los mochileros eran recibidos con festiva hospitalidad. Hasta que quemaron cruces del cementerio en Cucao para prender fogatas en las noches, o sacaron sin permiso la leña de los patios u orinaron en los tarros lecheros.
Dice Marcelo Mellado en esta misma página, cito: “Nada nos pertenece, no tenemos lugar en el país de ustedes, nosotros habitamos no lugares que están fuera de los límites de pertenencia que ustedes trazaron”. Agudizo el oído y parecieran estas palabras darle voz a los jóvenes que se alojan en las plazas, pidiendo dinero en las afueras de panaderías, mercaditos, terminales de buses; los oigo repetir en tono burlesco “¿no son tan generosos los chilotes?” De algún modo se toman el territorio y los habitantes nos replegamos a los interiores. De alguna manera se siente que en este idílico y hermoso paisaje, los que sobran somos nosotros, los chilotes; se pone en evidencia la imagen del norte que es el progreso y viene a ocupar este sur salvaje y lleno de misterios.
Hace un par de décadas los mochileros eran recibidos con festiva hospitalidad. Hasta que quemaron cruces del cementerio en Cucao para prender fogatas en las noches, o sacaron sin permiso la leña de los patios u orinaron en los tarros lecheros que los campesinos dejaban con confianza a la vera del camino. Aprovecharse de la gente con el expediente de la aparente ingenuidad se convirtió en un problema. “La mucha bondad acarrea menosprecio” decía insistente el poeta Jorge Torres, gran coleccionista de dichos / proverbios.
Vuelve la sensación de Casa Tomada. Temíamos el verano en mis años de adolescencia porque llegaban parientes desde el norte y debíamos dejar nuestros dormitorios por los dos meses. Veíamos cómo mi madre se levantaba muy temprano a preparar desayuno para todos y nada más terminar la ronda matutina, se ponía a armar el almuerzo mientras las visitas salían a pasear. Y así día tras día. Una convivencia que hacía honor a la legendaria hospitalidad chilota pero que no se detenía en las renuncias menores y mayores, por ejemplo, a las propias vacaciones de los residentes, a su intimidad y sus ritmos vitales.
Ya mayor, fui a Lanzarote en las Islas Canarias y pude asistir al espectáculo del viajero decadente, desnudos por las calles, sin intentar siquiera hablar en español la lengua de los locales. Ebrios, muchos, vociferantes. Residentes con los que conversé, sentían una especie de abuso en la llegada de muchos europeos con licencia para usar el espacio, el escenario sin respeto. La cortesía del arreglo personal, perdida. El lenguaje corporal, las actitudes parecían expresar una idea de superioridad, de libertad personal demasiado concentrada en sí mismo como para preocuparse de lo que ofrecen a los demás, su placer como único centro.
Vuelve la sensación de Casa Tomada. Temíamos el verano en mis años de adolescencia porque llegaban parientes desde el norte y debíamos dejar nuestros dormitorios por los dos meses.
Por supuesto, hay enorme variedad de viajeros y comportamientos. Pero aquí en la isla, como se trata de un terreno acotado, hay oportunidad de mirar con detención este fenómeno del contacto estacional con los otros.
Hay experiencias menos vistosas como la migración, cada vez más numerosa, de extranjeros que se han avecindado en Chiloé y se perciben como muy respetuosos en general, adaptándose a los códigos locales sin mayores conflictos. Así también de los chilenos que están comprando propiedades en un Chiloé en venta; cada vez hay más letreros: “se vende” en todos los sectores.
Pienso en cómo son de importantes los modos, las maneras. Las buenas maneras preceden a las buenas acciones y conducen a ellas. Habremos de buscar formas de conversación, modos de encuentro especialmente ahora en que la convivencia está en plena transformación.