Estaba probando un retrete manual (y portátil) que diseñé para mi nueva casa de irremediable vocación rural, cuando se me incrustó un enunciado en la cabeza. Este decía más o menos así: “De lo que debiera escribir un escritor(a), luego del estallido social, según encargo de la tía Paty”. En el fondo era como una orden de partido que decía: “pónganse a escribir chiquilles de lo que hay que escribir, yo los superviso”. Este acto de arrogancia crítica que proviene de la zona de confort del discurso académico clásico, conservador y heteronormado, es parte del proceso de apropiación que hace cierta institucionalidad política de una movilización que no le pertenece.
Recuerdo que Valente le dio esa tarea a los literalitosos del 73 y tuvo a toda una generación haciendo la novela de la dictadura, los muy saco de huevas. Es como una tarea de historiadores oligarcas, hijos de la lumpenburguesía, que nunca han podido separar esa concepción de la historia como novela decimonónica. Siempre pendientes de protagonistas clave, negando al personaje colectivo. Esto me recuerda que Cristián (Warken) planteó en una columna mercurial que necesitamos un negro que venga a resolver la crisis, apelando a Mandela como una figura modélica que debiera salvarnos de la maldad institucional. Este niño está equivocado, porque de eso no nos salva nadie.
El encargo de la tía también tiene algo de naif y es levemente siútico, es como una tesis de la Alberto Hurtado.
Lo que pasa es que mientras hago tareas domésticas, en paralelo la cabeza me funciona para el lado de la producción ficcional y suelo imaginar acciones y situaciones en la que podría estar involucrado como agente provinciano de cultura, porque esto es un mandato que debe funcionar sólo para Santiago, supongo, porque los comités centrales o los vaticanos culturales tienen sus sedes allá. He imaginado, incluso, que me entrevistan y el periodista de cultura y espectáculo de algún diario comunal o provincial me hace una pregunta como esa. Por ejemplo: ¿cómo responde un escritor a la demanda ciudadana? La respuesta, no sin pasar por la picazón del hoyo, debiera ser algo así como (a lo príncipe de las letras): “la obra debe dar cuenta cabal de la demanda del pueblo o de la ciudadanía…”, es decir, respondería lo que diría un alcalde o un concejal.
El encargo de la tía Paty, si es que es verosímil, a pesar de ser harto pasadito a orto, por no decir que es hediondo a caca, corresponde a un cálculo de cierto grupo de interés, dentro del mercado académico, que pretende apropiarse de una escena política frente a la que se sabe refractario, para consolidar la manipulación de un campo editorial que define la productividad del campo escritural chilensis. Tesis total y absolutamente heteronormada, aunque referida a una escena más patriarcal que la chucha (quizás aquí no soy del todo certero, bueno la lengua habla por sí misma).
El encargo de la tía también tiene algo de naif y es levemente siútico, es como una tesis de la Alberto Hurtado. De lo que no cabe duda es de que es el objetivo estratégico de las editoriales independientes, incluso creo que ya hay concursos al respecto. Y en todas las picantes ferias comunales los podetas y las podetas ya leen panegíricos insurreccionales que deben aludir al “estallido”.
Recuerdo que Valente le dio esa tarea a los literalitosos del 73 y tuvo a toda una generación haciendo la novela de la dictadura, los muy saco de huevas.
Yo me fui a otro lado, equivalente a irse a la CTM, siempre me voy para allá, ese es mi negocio, el desplazamiento del objeto, posibilitando la mutación del sujeto observador, de lo contrario tenemos puros lugares de confort que producen, irremediablemente, lugares comunes.
Yo me vine a vivir a Placilla, otro pueblo abandonado. Es una orden que me impuso el colectivo Pueblos Abandonados, como parte de la estrategia terrígena . Ahí me dedico a las plantas vernáculas y asisto a una que otra asamblea y trato de colaborar con el museo local en algunos trabajos de afirmación territorial, por darle un nombre. Debo recordar que debajo de donde vivo hay un cementerio de soldados de la batalla de Placilla con la quese termina el siglo XIX y comienza el XX, mi pregunta es: ¿Cuál es la Placilla con que comienza el siglo XXI, será acaso la Plaza de la Dignidad?
Tarea para la casa, igual que la tía Paty.