Puede que el corona virus sea el fin del capitalismo, acontecimiento cumbre que esperó toda mi generación bolchevique durante gran parte del siglo XX. No sólo por el derrumbe financiero, sino por todo lo otro. Los hechos indican que se termina apocalípticamente un periodo determinado por un modelo de relaciones sociales que también sucumbe. Hay un mundo por venir muy imaginable por la ficción, pero inimaginable por la política. La economía ya no será la misma, ya no más sociedad de consumo, sino más bien un futuro que estaría diseñado por otras arbitrariedades, quizás regido por una digitalidad extrema o no, tal vez tengamos una nueva cavernicolaridad (disculpar neologismo burdo). En momentos críticos radicales, como estos, lo primero que caga es la democracia y las relaciones interpersonales y familiares. Sólo se sobreviviría perteneciendo a una tribu o sistema familiar que sepa mantener los límites (sanitarios).
Piñera al parecer está destinado a administrar la catástrofe
La peste logra aquello en que los movimientos sociales y partidos políticos revolucionarios fracasaron. Estamos ante un nueva edad media. Y como es costumbre de nuestros analistas políticos que ocupan la prensa empresarial de hacer citas literalitosas de los clásicos, yo también quiero citar autores que he estado releyendo, por eso traigo a la palestra El Decameron de Bocaccio, en donde un grupo de jóvenes se refugia en una villa campestre para huir de la peste que azota a Florencia. Y para pasar el tiempo se cuentan historias con algún sentido moral y harta picardía.
Quizás este virus termine con el periodo neoliberal, pero no con Piñera y sus cercanos, o con el partido del orden, al menos no en el corto plazo, a pesar de su decadencia ostensible. Piñera al parecer está destinado a administrar la catástrofe. La peste puede, fatalmente, consolidar al Súper Taldo cuico en el gobierno, porque la prioridad será la emergencia sanitaria. Podría hasta mejorar su performance comunicacional e incluso hacerse el estadista y liderar un teatro bufo hecho de marionetas patéticas que con mascarillas dirijan los destinos de la nación ruinosa.
Por otra parte, yo no sé, o no podría decir con certeza, que el movimiento social no ha sido capaz de hacer una propuesta al país y que ni siquiera puede interlocutar con el enemigo, es decir, con el gobierno, porque no conozco la intimidad de las organizaciones que han querido capitalizar la revuelta callejera. Sólo sé que no han sido capaces de generar nuevos modos de lo público que no sea repetir las maneras tradicionales de la quejumbre y de apoderamiento del Estado, y reproducir modelos jerárquicos de clase. Pero todo ya da lo mismo, porque la demanda fue neutralizada por el COVID-19.
Todo ya da lo mismo, porque la demanda fue neutralizada por el COVID-19
Conspirativamente hablando podemos pensar que alguien se beneficia con esto, ya supusimos quién, la etnia político administrativa que puede mantener la institucionalidad, porque alguien debe estar ahí. Lo que no cabe duda es que el mundo de los “cara de hombres” está herido de muerte, para no hablar del patriarcado. Sus referentes sucumben ante las nuevas realidades, la crisis de representación de la máquina política es uno de los síntomas clave en su derrumbe, pero paradojalmente no abandonan el poder.
Y un símbolo claro de esto es la caída en desgracia de nuestros próceres, uno de ellos es Neruda, que es uno de los que peor lo ha pasado con el cambio cultural. Recuerdo un cartel que decía en la marcha de mujeres del 8 de marzo: “Cállate Neruda” (o algo como eso). La frase puede tener varias lecturas. Quizás hay una apelación crítica al famoso verso del poema 15 (¿o 20?) “me gustas cuando callas…”, pero también está la deconstrucción de los modos retóricos del hacer o construir institucionalidad político cultural del siglo pasado.
Ni hablar del súper crecimiento de la Mistral, recuperada no sólo por el feminismo, sino por una perspectiva más amplia de género. No es por hacer un ranking histórico de nuestros poetas, tampoco se trata de constatar una evidencia que reordena las imágenes que tenemos de nuestros referentes simbólicos, es sobre todo un ajuste de cuentas con el gorilismo masculinoide básico que ha regido la institucionalidad política, de toda esa retórica patriarcal que está en el habla (o ADN) de toda la institucionalidad político administrativa.
Los “aguatonados moderados” que son los únicos que tienen derecho a hablar en los medios sólo dan soluciones que están en el marco de la élites.
Es probable que el movimiento de mujeres sea una de las claves para salir del embrollo en que nos tiene la política
Es probable que el movimiento de mujeres sea una de las claves para salir del embrollo en que nos tiene la política, porque cuando se han expresado ha sido el único momento en que efectivamente el movimiento emancipador toma la vanguardia posicional. Digo esto desde un cierto oportunismo retórico masculino sobreviviencial, porque no soporto los modos aguatonados de mis colegas , de esos que se hacen llamar intelectuales, que igual que los políticos de la moderación trancan la pelota y hacen tiempo para que en abril el plebiscito sea lo más blando que se pueda, sin potencia transformadora y que llevan el conflicto a sus zonas de confort.