Hace unos días, la glorieta de la Plaza amaneció intervenida. Rodeaban su perímetro hojas blancas con nombre propios y mensajes amenazantes, desahogos que se agitaban con el viento; se trataba de acusaciones contra abusadores sexuales flameando en el centro del lugar de encuentro comunitario por excelencia. Se trata de funas que habían empezado en Instagram / Facebook y que salieron desde los medios tecnológicos para extenderse hacia el lugar simbólico de la tradición, allí donde, por generaciones, pasean las madres con sus guaguas, los niños andan en bicicleta, grupos de chicas ensayan coreografías, jóvenes inician romances.
A partir del acierto poético de Las Tesis, junto a la extraordinaria capacidad de unión, solidaridad y valentía de las mujeres, salieron también a la palestra formas de denuncia y castigo social que merecen que se les eche una mirada.
A partir del acierto lírico poético de Las Tesis, se abrió un espacio para la catarsis y, como no somos santos, junto a la extraordinaria capacidad de unión, solidaridad y valentía de las mujeres, salieron también a la palestra formas de denuncia y castigo social que merecen, por lo menos, que se les eche una mirada aún cuando la avasalladora fuerza de la historia nos sacuda en otra dirección. Varios de los acusados son adolescentes, todos sus nombres están expuestos sin relato ni opción de asomarse a la justicia entendida como principio moral que inclina a obrar y juzgar respetando la verdad y dando a cada uno lo que le corresponde. Pienso en las funas que se hicieron en los ochenta cuando veíamos a los culpables de atropellos a los derechos humanos sin ninguna condena y recuerdo el lema “cuando no hay justicia, hay funa”; entonces parecían actos necesarios puesto que habían fallado todas las formas institucionales de que los culpables asumieran su responsabilidad no sólo frente a las víctimas directas, sino frente a todo un país que vivió en el horror y la indefensión. Pero ¿es el caso de hoy, en este contexto? Aún cuando creo con firmeza que las acusaciones de Las Tesis son ciertas respecto a que el estado y el sistema social / político en el que vivimos es opresor de las mujeres, ¿será bueno instalar un cadalso en plena efervescencia reivindicativa?
Hace mucho oí una historia acerca de un príncipe que recibía a un acusado de esparcir rumores en el pueblo y debía castigarlo. El hombre pide perdón y asegura no volverlo a hacer; el príncipe le dice que mate a una gallina, la desplume y lance las plumas en la esquina de la plaza. Si logra luego recoger todas las plumas, será perdonado. En Facebook, la otra plaza, leí un conflicto que se generó a partir de la limpieza que una poeta hizo de sus contactos. Empezó con los que tenían acusaciones de abuso, siguió con los defensores de aquellos y luego avanzó hacia los que aparecían en las listas de contactos de unos y otros. Desató una cadena de defensas y ataques que concluyeron con una larga carta pidiendo disculpas públicas y justificando todo el episodio como su pasión feminista que la obligaba a llegar hasta las últimas consecuencias.
Rita Segato, inspiradora del himno de Las Tesis, plantea: “yo creo en primer lugar en un mundo en plural, quiero un feminismo plural. A mí me parece que el mandato de masculinidad daña a los hombres y a las mujeres y a mí me parece que las metas el feminismo no son para las mujeres. Las reivindicaciones del feminismo no son para nosotras, son para toda la sociedad, para un mundo mejor. Eso es lo que mi feminismo busca.”
Los que hoy se encierran en descalificaciones desprovistos de toda ternura, tendrán que preguntarse en el futuro cuál fue su aporte en esta crisis.
En una sociedad tan conservadora como la chilota, hay mecanismos subterráneos que han permitido que ciertas prácticas de violencia contra las mujeres estén naturalizadas y, en ese contexto, es perfectamente explicable que aparezcan denuncias cada vez más numerosas, las que, conociendo el territorio, serán todavía marginales respecto de la verdadera magnitud del problema. Sin embargo, pienso otra vez en el gusano, como en el poema de Eduardo Anguita. Y en ese feminismo de Segato que es el mío propio.
No puede precipitarse uno sobre los acontecimientos recientes e interpretarlos de modo unívoco. Felices los que dudan porque llegarán a comprender, resuena en lo más íntimo. Los que hoy se encierran en descalificaciones desprovistos de toda ternura, hundidos en el barroso presente, tendrán que preguntarse en el futuro cuál fue su aporte en esta crisis. Tal vez ni siquiera es tan cierto que Chile despertó, tal vez sea una apariencia y aunque sea duro reconocerlo, es en el propósito duro y penoso de dudar y preguntarse todo el tiempo donde está nuestra verdadera fuerza.