Debemos, como ciudadanía, eliminar de nuestro horizonte programático la política parlamentaria, eso me dijo mi contador, tratando de extremar el desprecio popular por esa institucionalidad. Estos hijos de puta quieren criminalizar el movimiento social y blanquear a los pacos, transformados hoy por hoy en un poder fáctico autónomo y sin control. Continuó, refiriéndose específicamente a la fallida estrategia del gobierno. Todo esto en el marco de una conversa un poco a la rápida y teñida de urgencias retóricas. Me lo imagino mirando el mar, con su té mañanero, sumergido en la vaguada costera.
La pregunta es, arremetió con esa certeza ansiosa de los que vivimos en provincia, siempre victimados por no protagonizar los acontecimientos políticos -a pesar de nuestra lucha permanente y sin claudicaciones, invisibilizada por el centro capitalino-: han sido capaces la izquierda y las organizaciones sociales de hacerse cargo de la demanda, porque el FA está claro que prefirió el parlamento o la política de salón que asumir las complejidades de la calle y de las grandes alamedas, de los otros ni hablar. Además, tienen los matinales que son una especie de muro de los lamentos impostados de los ricos y famosos.
Lo que no podemos permitir es que por nuestros errores la derecha y el gobierno consume este golpe blanco que diluye el deseo ciudadano. Necesitamos, sobre todo, unidad táctica. Eso acentuó, como dándole órdenes a una audiencia.
Mi contador me dice que este fenómeno de la posverdad o de la manipulación de la información funciona solo, que es como apretar play
Y mi contador, entonces, me dio un par de tareas que debo realizar para que él haga un informe o algo como eso, debo recabar información sobre los putos analistas políticos que tienen lugar o voz en los medios, debo reconocer que les tiene un odio especial a estos intelectuales que son como los analistas deportivos, guatones que no juegan al fútbol, pero que hablan de él resentidamente porque eran malos para la pelota, aunque siempre quisieron jugar. Creo que se refería a Caballo, al Joignant, al Squella, al Navia, gente así, que está entre la academia al pedo y en el tablao mediático. Yo trato de corregirlo y le cuento que algunos de ellos querían ser parlamentarios e incluso artistas.
También me pidió que hiciera una especie de catastro de las mentiras y noticias falsas o fake news y su circulación en los tiempos insurreccionales que corren. Mi contador me dice que este fenómeno de la posverdad o de la manipulación de la información funciona solo, que es como apretar play, que no necesariamente hay un conspirador reforzando los prejuicios del sentido común de un imbécil que odia a los extranjeros y los responsabiliza de todo lo malo que ocurre en su comunidad, se trata más bien de una acuñación sicótica que todos tenemos en la cabeza como dispositivo de economía intelectual, en otras palabras, facismo puro.
Me recomienda que salga a la calle y pesquise esas construcciones imaginarias con que se sazona el acontecimiento y, por cierto, que mire en las redes toda esa mierda. Que está aburrido del placer conspirativista que ve alienígenas en las barricadas y que eso adquiere un modo patológico y que para eso tenemos que dar la vieja lucha ideológica, y que eso incluso contamina el análisis objetivo de la situación concreta, que es una de las tareas propias de un militante orgánico. El enemigo está tratando de Infantilizar el acontecimiento, eso me dijo mi contador, que en las redes y en los modos subjetivos en que circula la información política se ve claramente. Que los chavistas, que los cubanos, que los extranjeros y toda esa basura que busca de aliado el sentido común de vieja o viejo de mierda apatronado. Estos malditos ya no necesitan mentir, sólo buscan que la gente se mienta a si misma, así funciona el poder a nivel latente. Porque el poder dejó de hablar hace mucho rato, sólo emite balbuceos jurídicos para sobrevivir.
El enemigo está tratando de Infantilizar el acontecimiento, eso me dijo mi contador, que en las redes y en los modos subjetivos en que circula la información política se ve claramente
También me dice que hay que recoger el patrimonio político que en estos cuarentaitantos días ha enriquecido nuestra historia revolucionaria. Mi contador cree que hay una estética que ha nacido al respecto. Me habla de los capuchas y de sus estrategias de combate urbano, de las distintas líneas de las barricadas, concretamente, del voluntariado que sale a rescatar heridos, de la incorporación del perro matapacos a la iconografía rebelde, de la performance Un Violador en su Camino, toda una exportación no tradicional, del modo diverso de asumir la calle, y que de todas estas batallas debiera surgir una ciudad nueva, un nuevo sujeto urbano, en suma.
No le estará poniendo mucho, jefe, le digo con cariño a mi contador, al que a veces trato como jefe. Le cuento que anduve por Stgo, que estuve en la Plaza de la Dignidad el viernes pasado, que había un tremendo carrete emancipador y que me encontré con algunos colegas, y que fue muy gráfico en relación a lo que me estaba comentando. Lo más perturbador es que vi al escritor Baradit con un letrero que decía: We can be Heroes, creo que eso decía, porque lo vi a lo lejos, con esa vergüenza ajena que sentimos los chilenos por la ansiedad protagónica de los vecinos. Le dije que ese huevón estaba arriba de la pelota y que menos mal que no había dirigentes políticos avivando el espectáculo, que quizás por esa ausencia había algunos artisticuchos que intentan llenar ese vacío con su bataclanismo.
Me ordena que me olvide de las anécdotas menores, que la apropiación del acontecimiento es un negocio viejo que hoy no pueden hacer los políticos, pero que quedó abierto para los publicistas y otros especuladores del hoyo o de la imagen, se corrige.
Lo más perturbador es que vi al escritor Baradit con un letrero que decía: We can be Heroes, creo que eso decía, porque lo vi a lo lejos, con esa vergüenza ajena que sentimos los chilenos por la ansiedad protagónica de los vecinos.
Me insiste en algo que siempre ha reiterado en su pauteo político, que la izquierda tiene que tener cuidado con sus gorilones básicos que no entienden de política y que hablan con consignas, y tratan de traidores a cualquiera que tenga un discurso que no coincide con sus mantras populacheros y seudo participativos. Y agrega algo que me sorprende muchísimo viniendo de un espíritu levemente patriarcal. Me dice que hay que promover el protagonismo hegemónico del feminismo y llenar así el vacío de liderazgos que algunos echan de menos. Le repliqué diciéndoles que me parecía levemente populista y oportunista (y algo porsiloponguista, “por si lo pongo”, dicho espaciadamente). Me respondió con dureza que se trataba de una cuestión práctica y que si había algo fascinante que tenía este proceso revolucionario era que no tenía una épica gloriosa y derrotada, como las del siglo XX, esta insurrección demostró que la revolución es algo más bien doméstico y a la mano, no algo superestructural, en el fondo la rebelión saca a la política de las zonas de cortesanía chupapiquistas y se las arrebata a los analistas de lo posterior o a los teóricos.
Por ahora los logros son poquitos, pero significativos, el cambio de agenda, eso es lo primero, en el fondo les ensuciamos el mantel a estos hijos del demonio, por otro lado les cambiamos la parrilla programática, lo que implicó la salida de la pantalla chica de cierta basura humana; también les vandalizamos algún mobiliario público e imaginarios simbólicos que formaban parte de las fantasías antisistémicas que muchos upelientos teníamos, afirmó con decisión. Se despidió de mí puteando a mi generación, pero no dejó de insistir en la necesidad de avivar la cueca en el vecindario, tanto para la asamblea constituyente, como para el plebiscito municipal, para él es clave darle un carácter local a la demanda. Y el pueblo unido…, compañero, agregó como siempre en tono de despedida, dejando los puntos suspensivos como una evocadora incertidumbre.