Aunque Mercedes Sosa resucitara y viniera a ofrecer su corazón, todo está perdido. Cuando una sociedad se polariza, las palabras pierden su sentido. No se dicen: se expelen, se disparan, se vuelven inflamables. Y justo antes del desenlace entendemos lo que queríamos decir. O nos quedamos en schock porque vemos cosas que no entendíamos.
Esta semana, hoy domingo, hay un lugar común: la violencia. Como todo lugar común, es razonablemente cierto. Por algo es un cliché. A los 38 días de iniciado todo esto -¿cómo le vamos a llamar a este mes?-, ahora se asoman las reflexiones sobre la violencia: los comunistas (dice Mosciatti en su radio), las barras bravas (Matamala). En la semana, gente aplaudiendo a la primera línea y medios que les construían una épica.
Polarizarse significa que hay dos partes, sin medias tintas. Quiere decir:
Que toda manifestación social es comunista, cubana y madurista.
Que toda queja contra los saqueos y llamado a la paz es facho.
Que si alguien pierde un ojo, en algo andaba.
Que quemar (una casa patrimonial, una farmacia, un supermercado, un pequeño negocio o 20 estaciones de Metro), da lo mismo porque eso despierta a Chile.
Que importa poco que hoy Chile sea más pobre y desigual que el 18 de octubre, o que millones estén caminando en las mañanas y tardes. Que 23 muertes y 200 ojos son accidentes.
La lista es larga. Pero se resume. Acciones, que son todas iguales cuando las cosas están así como están.
Unos se quejan de los fachos y actúan como fachos: le echan fuego a templos y edificios, sueñan con la renuncia de un presidente que ganó elecciones. Tampoco quieren elecciones. Se quedan en su éxtasis y humillan a punta de bailes y muchedumbres a los que andan por la calle. Eso no es quejarse de los fachos, es serlo. Y no, no importa, tampoco, el color del escudo que tengan.
Otros dicen que defienden la república y sus instituciones pero no hacen nada por cuidar la democracia. No lo hicieron antes, tampoco. Actúan como el “zurdo” que tanto detestan, acusando al que piensa distinto. Como Maduro y los Castro, le echan la culpa al extranjero. Allá, es el imperialismo; acá, el Comunismo Internacional. Y la democracia tampoco vale mucho: también quieren al presidente electo fuera. Tampoco quieren elecciones. No son de derecha y no importa la bandera que tengas en el whatsapp o en el twitter.
Eso pasa cuando los extremos se lo llevan todo. El sábado, algunos barristas pegaron letreros en el GAM -que el día antes alguien intentó quemar- con todos los logos de los equipos. “Perdimos mucho tiempo peleando entre nosotros”, decían los carteles.
Cierto. Ahora todos -fachos, comunachos, barristas- trabajan juntos. No vayan a seguir perdiendo el tiempo, que Chile despertó. Aunque algunos los pongan como símbolo de paz, su “unidad” es el más claro símbolo de que todo está perdido.