El primer día de rendición de la prueba fue peor de lo que se esperaba. No por los disturbios, que fueron pero no tanto como lo que pensaban los pesimistas. Lo peor estuvo en los aplausos que sacaron los que convocaron a tomarse colegios para impedir que otros pudieran rendir el examen. Un 42,9% de apoyo, según la encuesta que la Universidad del Desarrollo hizo ayer. Otro trocito de violencia tirado al camino de estos meses y que, como buena violencia, lo que causó fue miedo. Un miedo que se esparció por los casi trescientos mil estudiantes que esta semana han entrado a las salas armados con sus lápices y gomas.
Lo de ayer no fue boicot. El boicot es una idea noble, que supone que muchos, voluntariamente, dejan de hacer algo que moralmente reprueban. Y entonces dan la cara y hasta asumen los costos de su decisión. Lo de ayer no fue muy voluntario, la verdad. Al menos entre los estudiantes que el día anterior fueron a reconocer sala y que después se levantaron temprano para ir con su lápiz a su sede, a ese rito que desde hace mucho marca el paso a la adolescencia definitiva en Chile. Ayer eran casi trescientos mil y estaban indefensos. Ellos eran objeto del boicot, no los funcionarios que tomaban la prueba. Y lo que les hicieron fue un asedio en toda regla, con irrupciones en algunas salas y quitada de facsímiles. Trescientos mil que hasta donde se sabe ni repartieron un combo ni un grito y que se fueron a sus casas. Cuarenta mil de ellos no van a regresar hoy a las salas porque les suspendieron el proceso.
En los últimos días, circularon videos con las razones de ese asedio, en boca de los representantes de la Asamblea Coordinadora de Estudiantes Secundarios, ACES. Las razones, al fin, son políticas y en eso no hay reproche porque la ACES es una organización política, con razones políticas. Dicho eso, no hay que ilusionarse mucho porque lo que se le conoce a la organización en ese ámbito es desolador: un largo etcétera con mucho territorio y calle y apelaciones tácitas a El Problema de Fondo, porque de lo contrario no se entiende que el llamado a no permitir la PSU se inspire en los sucesos de los últimos dos siglos en Chile, al menos. Y no es que sea necesariamente malo, porque la ACES no es un grupo de técnicos, pero si son políticos debieran preocuparse un poco de los argumentos.
Las obras completas del vocero de la ACES están en las cuentas de usuarios de derecha y de ultraderecha de twitter. No se ven muy manipuladas y aburren, la verdad. Incluyen el rechazo al acuerdo constitucional de noviembre, la despreciable funa a Beatriz Sánchez en los alrededores de Plaza Baquedano, alusiones a la destrucción del Metro y otras. Hay una entrevista que el vocero, Víctor Chanfreau, dio a fines de noviembre. Son dos minutos de pocas sorpresas. Esta otra tiene otros veinticinco, de lo mismo.
El problema de la ACES está en esos lugares comunes. Pero probablemente les de lo mismo: es una organización que se preocupa de las formas y no del fondo
El problema de la ACES está en esos lugares comunes. Pero probablemente les de lo mismo: es una organización que se preocupa de las formas y no del fondo (tiene un logo, de hecho, que recuerda al de Carabineros). Por eso que descoloca, tal vez. Porque ¿quién se iba a imaginar alguna vez que un acto contra la PSU no se centraría en los facsímiles y sí en los escolares? Lo mismo que con el Metro, que Chanfreau ha reivindicado cada vez que le ponen cerca un micrófono: ¿alguien consideraba una movilización contra el alza del pasaje que incluyera la destrucción del Metro? Saltar el torniquete y algo más. Horas antes que se atacaran las estaciones con bencina la noche del 18 de octubre. Lo del Metro tiene otro paralelismo: el discurso que justifica cualquier estupidez o patraña. Incluso una infamia, como la de ayer. Y es un buen discurso (no son treinta pesos etcétera).
Ayer volvimos a la hora de cero de todo esto. Como en esa semana de octubre, tuvimos a grupos de escolares desbordando cosas que hasta entonces eran predecibles, como tomar el Metro o ir a dar la PSU. La evasión y el boicot.
Lo del lunes fue también una prueba de diagnóstico para Carabineros
No es la única señal que dice que las cosas se han movido poco desde el 18 de octubre. Lo del lunes fue también una prueba de diagnóstico para Carabineros. ¿Pudo esa policía planificar un servicio que permitiera a unos dar el examen y a otros manifestarse en contra al mismo tiempo y sin dramatismo? 40 mil familias dicen que no, y que el Estado otra vez fue incapaz de garantizar algo. La PSU definitiva está en marzo, y eso lo saben todos. Ahí se verá que los problemas que tenía el gobierno en octubre con Carabineros siguen siendo los mismos.
En marzo además podremos medir cuánto material ha producido, gratis y con entusiasmo, la ACES para la campaña que llama a rechazar el cambio constitucional. Hasta acá, ese es el aporte.