En el día 40 de la insurrección ya no es posible decir nada que no esté de más. Ya no importa que haya presupuesto 2020 ni reforma a las pensiones ni medidas de reforzamiento de la economía, incluso la distancia con la promesa de asamblea constituyente no parece tan importante, el país parece estar terminándose, al menos eso se siente acá en Valpo. Esta sensación no es políticamente correcta, parece. Siento que se acabó el entusiasmo cabildero y asambleístico, y el protagonista definitivo es el fracaso total y definitivo de la política, es decir, el desprecio institucional contra la gente.
Hasta el refugio de la ficción tiende a irse a la mierda en este contexto revolucionario que surgió como un potente relato, autónomo y anti institucional sin imposturas, compuesto de toda una red de subproductos imaginarios, que han ido desde la recuperación de los viejos cantos de la resistencia, una agresiva performance iconoclasta y hasta una poética de las barricadas, entre otras cosas. Este acontecimiento, es decir, el quiebre radical de esta continuidad insoportable de lo que creíamos que era Chile, se instaló por un rato largo y cuesta acostumbrarse a todo lo que eso implica para el mundo popular, falta de transporte y vandalización de la vida cotidiana. La pauta noticiosa sigue apuntando hacia La Moneda y el Parlamento. La violencia es un tema de matinal, apenas eso.
Es necesario no regalonear demasiado al pendejerío rebelde que encendió la chispa y que en este instante carece de objetivos políticos claros
Independientemente de que la derecha debe ser exterminada, por lo menos a nivel de programa, es necesario no regalonear demasiado al pendejerío rebelde que encendió la chispa y que en este instante carece de objetivos políticos claros, eso me recomendó mi editor, creo. Aunque al comienzo los amamos porque la imagen que uno se hizo de la insurrección popular es que en un acto casi sorpresivo de un grupo etario que creíamos incapaz de producir un evento de tales características, por lo que se alteró nuestro código de causalidad sociohistórica, haya sido capaz de producir un proceso de cambio tan fundamental para nuestra historia. Para los políticos tradicionales de la izquierda, incluido el FA, debe ser un golpe fuerte a su orgullo revolucionario el no estar en la conducción del proceso ni poder exhibir sus banderas, a pesar de compartir las demandas y sin imaginar la apertura de piernas del gobierno en varios ítems que antes eran inimaginables.
La lata es que después vienen los medios, la tele sobre todo, los políticos y los analistas, los especialistas y toda la inteligencia chupa pico que habla de lo hablable y le ponen academia y sentido común de vieja culiá a la situación, que hace diagnósticos y usa el tono engolado de la voz, y que condena la violencia verga de donde verga. Esto me recuerda cuando la Concertación destruyó el capital resistencial que luchó contra la dictadura y negoció su ingreso al proyecto de sociedad impuesto por la dictadura. En fin, esta síntesis de lo que la prensa llama explosión social se hace a cada rato, disculpar repetición.
Estrategia Narrativa
Me preocupa la continuidad del deseo o el cómo seguirán narrándose los acontecimientos, o las tácticas ad usum de la ciudadanía organizada. De todas formas parece ser emocionante que haya multitudes movilizadas por la escritura, aunque se trate de un texto constitucional, hecho de sueños (im)posibles y obsesiones de sobrevivencia. Quizás necesitamos que los cabildos que ya no se están haciendo sean como talleres de literatura. Es decir, tenemos un proyecto narrativo ad portas que se supone saldrá de las comunidades. Esta utopía hay que administrarla lo mejor que se pueda. Por eso no hay que perder la perspectiva vecinal, colectiva y ciudadana de este proceso, para que la cuestión no esté centrada solamente en el mundo de la política parlamentaria con todo lo que ello implica. El proceso constituyente sin duda es la ruta, pero hay un tema con el día a día del movimiento que debe diversificar sus modos, porque la estrategia del gobierno parece apuntar a administrar caóticamente el caos y neutralizarlo por la vía burocrática, lo que le resta fuerza a la movilización.
Para los políticos tradicionales de la izquierda, incluido el FA, debe ser un golpe fuerte a su orgullo revolucionario el no estar en la conducción del proceso ni poder exhibir sus banderas
Y entramos al día 40 de la insurrección y el acontecer se desarrolla al menos por dos grandes vías, la de la política y su parafernalia mediático burocrática y por otro lado las diversas formas que adquiere la rebelión popular. Hoy en la tarde fui de cerro Bellavista a cerro Concepción en Valpo y debí cambiar de ruta (por lo general me iba por Condell), al llegar a la plazuela Ecuador debí subir por la calle del mismo nombre hacia cerro Yungay o San Juan de Dios (nunca lo he tenido muy claro) hacia cerro Cárcel, luego bajar por Cumming, rodear la florería frente a la plaza Aníbal Pinto y subir por Almte Montt, y correr cerro arriba por una corrida de manifestantes que huían del guanaco y de carabineros a pie. Barricadas había en todas las cuadras. En Ecuador fui testigo de cómo operan ciertos delincuentes organizados que, según gente del barrio son narcos, vi que un piquete de saqueadores se repartían cajas de zapato, otro grupo que supuse estaban ligado a los primeros conducían a un herido que sangraba de un pie. Sobre la misma vi la llegada de un par de vehículos que venían a su rescate. Ahí había una coordinación evidente.
Luego, en el proceso de salir de ahí me encontré con un viejo dirigente del colegio de profesores que iba en sentido contrario, directo a una activa barricada en Condell con Bellavista, intenté persuadirlo de que no siguiera bajando, pero me dijo que estaba acostumbrado, al verlo bajar hacia la zona de combate recordé la película de Sam Peckinpah El Pequeño Gran Hombre en que un anciano jefe indio que se cree invisible cruza el campamento que estaba siendo atacado por el ejército sin que nadie repare en él. Creo que se hacía referencia a la masacre de Sand Creeck cometida contra un campamento Cheyenne.
En Cumming me topé con varias barricadas y con otro tipo de manifestantes, estos tenían un look anarco y atizaban el fuego. Pasé por la librería Concreto Azul, un refugio de la poesía local, que parecía la sede del colectivo ácrata, porque en su frontis había unos chicos con tenida black en actitud de taquilla activa o de prebarricada.
Se percibe que hay una estrategia de reprimir burdamente las marchas y posibilitar el saqueo. Esa es mi sensación de dueña de casa que comparto con mi vecindario
Estoy muy angustiado por la extensión y naturalización del campo de batalla. Luego me llamó un editor para confirmarme que ya no hay gobierno, cuestión que es más que obvia, ya no es necesario pedirle la renuncia al Presidente, porque ya se fue. Probablemente ni el Congreso funciona. Y en el Wasap del barrio me confirman que no quedó ningún local en pie en calle Condell. Se percibe que hay una estrategia de reprimir burdamente las marchas y posibilitar el saqueo. Esa es mi sensación de dueña de casa que comparto con mi vecindario. Sintiendo que la cuestión no se puede agotar en pelear con los pacos ni denunciar como un mantra violación de los DDHH.
Abatido y abrumado, pensé o imaginé que las cachas de los capuchas deben ser de mala calidad por la persistencia de la violencia. Y que los saqueadores no tiran, solo saben abusar que es el modelo neoliberal que aprendieron.
El País Posterior
Todo error es posterior, le escuché decir al Humberto Maturana en una oportunidad. Me imagino que esto podría significar que con posterioridad a un acto decisional fundamental vienen los juicios y las correcciones de quienes no protagonizaron el acontecimiento que dicho acto produjo, sobre todo por no poder soportar que otros se hayan adelantado a realizar algo que le pertenecía a una administración discursiva. Esa envidia posterior tiene en política versiones odiosas y patéticas.
Siento que el relato de lo posterior aparece como el elemento clave en el análisis de la situación política actual, entendida como un momento específico de la lucha de clases en nuestro país. Esta imagen de los hechos supone una ácida crítica descomposicional a los discursos que han hecho de lo posterior su modo fracasado de trabajo, porque su fórmula institucionalizada les impide estructuralmente el ejercicio de la práctica anticipatoria, al menos en nuestro orden cultural retardatario, me refiero a la academia, a la política, los negocios, la producción cultural, etc. En este caso, los que se dedican a la política profesionalmente, dado que fueron madrugados, se han volcado con todo a resolver en un corto lapso de tiempo toda la deuda social, mientras se les pudre el mercado electoral y su diseño programático.
Yo me imagino que un Carlos Peñi, un Squella o un Joignant y casi todos los otros comentadores de lo comentable, o pontificadores de lo posterior deben sufrir el síndrome del arquero, que recibe los goles, pero que no los hacen (a pesar de Gilabert y la tendencia actual de hacerlos jugar con la pelota), algo parecido les pasa a los periodistas, de comentar la noticia, pero no producirla, a pesar de cierta tendencia egocéntrica de los medios de llevar los acontecimientos a un escenario o set conducido-manipulado por un animador noticioso. A todos esos analistas y relatores habría que sacarlos de los medios y obligarlos a hacer lo que hace el patético Villegas en youtube, es decir, que hagan su propio y triste emprendimiento. Es decir, que se vayan a la CTM. Porque el país que conocíamos se terminó, hay que ponerle otro nombre a lo que viene.