Hace cuarenta días, para el mundo cultural la amenaza violenta que pondría en jaque la democracia venía de la ultraderecha. Se estrenaban películas sobre ex militantes de Patria y Libertad que estallaban frente a la migración y traían otra vez la violencia a las calles. Kast era agresivo en Twitter. Intolerante. Violento.
Pero el margen de error de esa mirada era amplio. Tampoco consideraba que el Estado, ese al que nos habíamos acostumbrado a criticar, fuera a prácticamente desfondarse en poco más de un mes.
Recién se cumplieron 40 días desde que partió esto. La cifra tiene un aire bíblico. Suena a plaga. Todavía queda en las calles algo de la primavera que anunciaban al comienzo pero no es difícil ver cómo se la comen las llamas. Nos hemos acostumbrado a ellas. Eso que se escuchaba tanto antes en las facultades, eso de normalizar y naturalizar algo. La violencia parece así. El martes el ministro de Hacienda se salió de su tono entre tímido y comedido para describir un país que parece irreconocible: secuestrado por delincuentes y narcotraficantes, dijo.
Los diarios ya no dan cuenta de esto. No cabe en un papel. La televisión se matinalizó y entre periodistas, farándula y políticos están todos de acuerdo en los temas de fondo. Lo que funciona son los videos que circulan de teléfono en teléfono, especialmente de noche. Funcionan porque todavía funcionan las películas como IT. Porque son terror.
Lo último que alcanzamos a consensuar antes de todo esto era que el Cambio Climático, usando ese inmortal cliché periodístico, había llegado para quedarse. Hoy, en la boca del horno lo que llegó para quedarse son otras cosas. Estatuas de perros negros, tuertos por balas policiales, muertos, ciudades devastadas, brutalidades grabadas, presenciadas y distribuidas. Eso no se va a olvidar y será una grieta por muchos años.
Otra cosa que llegó y se quedó es ese destacamento fotogénico que se llama la Primera Línea y que ha sido tan favorecido en la prensa. Cuarenta días de entrenamiento en una academia de lucha callejera es de esas cosas que el dinero no puede comprar. A ver si cuando termine esto lo cierran con una parada y sus uniformes, y con esa izquierda que ama tanto los bototos y las botas.
Capuchas. La gracia es que no se les ve el rostro. Lo mismo con la escudería que han desatado. Recuerda esto, lector, que era antes y te daba urticaria, supongo. Sobre todo la foto. Y piensa en la historia de las capuchas, cuándo fue que se hicieron mundialmente famosas, cuando alcanzaron el estrellato. Fue con El nacimiento de una Nación, de David W. Griffith. Una película que es larga y la dejo ahí enlazada. Es una historia de guerra y de amor, como las clásicas. Pero adelanto el final: en medio del desbande, llegan los encapuchados a caballo a rescatarlos a todos. Muy encapuchados. Tanto, que son el Ku Klux Klan, que de eso trata la película. Y de eso se tratan, también las capuchas: nunca sabes quién está detrás.