“Alumbra con tu desvelo algún camino”, dice uno de estos siete poemas, anticipo del libro inédito La medida y el azar, de Macarena García Moggia (Viña del Mar, 1983), escritora y editora que antes ha publicado, en poesía, Aldabas y A un elefante. Su ensayo La transparencia de las ventanas obtuvo los premios MOL, Municipal de Santiago y Academia Chilena de la Lengua.
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cuéntales acerca del calor y el cobijo inconfesable
de las noches en mi almohada
háblales de lo mucho que se extrañan
los latidos y la sangre
la memoria palpitante formando
poco a poco un vacío donde ayer
recuérdales
que antes de este cuerpo hubo otro cuerpo
invertido como la tierra de la que penden
los árboles y el cielo llora:
riega tu pelo a nuestros pies
*
vamos, muéstrame en tus párpados
lo que hay de oscuro acá afuera
alumbra con tu desvelo algún camino
para volver ahora y pese a todo
vamos
*
hubo humo
mucho humo gris
y polvo
y tiempo
hecho polvo
hubo peces
pájaros y cielo y viento
donde ahora
solo el viento
hubo un hombre
y su mirada adherida
a la espuma
un horizonte incluso
hundiéndose
como una piedra
en la sal
*
en el silencio que te envuelve cauto
como una frazada de polar
como el sol
esta mañana
anoche se oyeron gritos
abriendo un cuerpo
tu habitación
la puerta, alguien golpea
las paredes
patadas sonando cabeza adentro
el fuego
una casa, un bosque
una ventana bien cerrada
el miedo en un puñado de polvo
*
sobrevuelan mi cabeza y la tuya
silencio
se escucha la noche despierta
las plantas se agachan
apago las luces
veo fuego
los cristales de tus ojos se quiebran
*
tocar
tocar la luz de las paredes blancas
círculos en movimiento allá afuera
botellas quebradas, cintas rojas
bototos contra el suelo áspero
tocar
la tierra húmeda de tus mejillas
tu estómago, tus pies al margen todavía
y pese al blanco de las balas
me repito, en el eco de ser:
el blanco detenido en pleno vuelo
*
damascos maduros, pelo oro
incandescente
los frutos crespos del jacarandá arrimándose
a esta orilla del jardín que afuera
o esa foto en tonos ocres
recordando
las voces
la radio, el televisor encendido
el gato que visita aquel tierral
el pasto que no crece entre las sombras intrincadas
de dos árboles que se abrazan desde
la raíz
el chaleco manchado de la tarde
abriga todavía nuestra noche