La poeta y traductora Natalia Litvinova, nacida en Bielorrusia y radicada en Argentina, publicó su noveno libro, La nostalgia es un sello ardiente –que puede leerse como la historia de una amistad perdida (“Hace 22 años que no hablamos / Vivimos en países distintos”)–, en la editorial madrileña La Bella Varsovia, colección que ha comenzado a llegar a Chile y donde también se han editado libros de la italiana Antonia Pozzi y de la española María Sánchez, entre otros. Acá dos poemas de Litvinova.
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MI ABUELA MATERNA NACIÓ EN PABEDA,
que en ruso significa “victoria”.
No terminó el colegio. Trabajó en el campo,
vivía de la tierra y amaba a los animales.
Mi abuelo paterno fue soldado en la Segunda Guerra.
Durante la invasión nazi a Bielorrusia
quemaron 9097 pueblos.
Unos soldados tatuaron en sus brazos:
naipes, cigarrillos, mujeres semidesnudas,
la palabra “casa”.
Los abuelos de Catalina también fueron a la guerra.
Sobrevivieron. Dmitri perdió un ojo.
Anna nunca habló de lo que perdió.
Le pregunté a mamá qué sabía de sus suegros.
Casi nada, nuestro árbol genealógico
es un árbol podado.
Mi abuela materna fue enviada
a un campo de trabajo forzado.
Tenía las manos pequeñas.
Estatura baja.
La confundían con una niña.
La esposa de un nazi se apiadó de ella:
A esta no se la daremos a los cerdos.
De mi abuelo materno no sé nada.
Se fue cuando mamá cumplió tres años,
antes le regaló una muñeca.
El padrastro apareció
unos años después.
Construía cabañas de día
y de noche tomaba vodka.
Una vez llevó a mamá al bosque
para que la comieran los lobos.
Intentó matarla tres veces.
*
MIRO LA CARA DE MI ABUELA
grabada en su lápida.
¿Por qué desearía guardar su imagen
si las raíces la atravesaron
cuando huía hacia lo profundo?
El moho crece
en sus mejillas de piedra
y las froto con un pañuelo
que luego arrojaré
al tacho más cercano.
Da mala suerte
llevarse cosas del cementerio,
dicen,
y yo le hago caso
al miedo ajeno.
LA NOSTALGIA ES UN SELLO ARDIENTE
Natalia Litvinova
La Bella Varsovia
2020, 64 páginas
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