Estoy algo obsesionado con la cosa municipal, más allá incluso de la ficción, más aún si tiene que ver con cultura, sobre todo ahora que cierta izquierda ha ganado unos cuantos municipios para consolidar el proceso revolucionario en curso. En este caso, me interesa sobre todo, el de San Antonio, mi ciudad de referencia narrativa. Muchos(as) estamos muy interesados en lo que va a pasar en esa municipalidad maldita que le hizo tanto daño a la ciudad, lo digo en un tono de histérico festín. He percibido en las redes sociales cierto juego perverso por ajustar cuentas con una administración ligada a poderes fácticos concertacionistas y con mucho tributo a la derecha que impidió el desarrollo territorial y la democracia comunal. Nuestra historia política nos dice que no hay que ser revanchistas, pero es necesario transparenciar ciertos modos de la burocracias locales en tiempos de regencia del paradigma neoliberal.
Quiero hablar de San Antonio porque es una ciudad modélica en relación al desprecio institucional por la gente, tanto de las autoridades locales, como nacionales. Lo otro que hay que decir es que uno quedó contento con la derrota de la derecha, aunque no hay que quedarse con eso, lo más importante es la gestión que hay que desarrollar y no perder tiempo escenificando el desprecio contra el otro. Podríamos decir que el movimiento popular tiene o adquirió una cierta hegemonía de la acción política que es capaz de enfrentar y derrotar, en primera instancia, el proyecto oligarca desarrollo que se pudre.
Hay unas cuantas alcaldías con el mote de ciudadanas que surgieron al calor del evento electoral que tuvimos hace unas semanas, cuyo espíritu tiene su origen en batallas anteriores. La jerga ciudadanística la empezamos a usar nosotros, el movimiento asambleístico sanantonino, con base en el trabajo cultural comunal, en la década de los 2000. Esa acción política ejercía una crítica a los partidos políticos con sus fórmulas agotadas de apropiación de las luchas asociativas o de las organizaciones sociales. Ese capital dio frutos, qué duda cabe, lo importante es que los nuevos agentes de la acción política o las nuevas generaciones entiendan eso, lo de la continuidad de los discursos.
Lo que más me gustó fue el triunfo del Milko Caracciolo, elegido con la más alta votación como concejal en la ciudad puerto más importante de Chile, San Antonio. Lo bueno de esto es que Milko es el puente unificador de la lucha que se dio en San Antonio contra el modelo neoliberal (contra el puerto y la municipalidad, como entidad adjunta que respondía obsecuentemente a sus políticas) cuando se impedía todo disenso con una seudo democracia que usaba la cooptación. Quiero recordar la época del compañero Piña, del compañero Machuca y del Caco Ampuero, todos en su estilo dieron una lucha frontal contra el enemigo y merecen ser recordados.
Quiero recordar iniciativas culturales, porque es el ámbito en que el nuevo municipio de San Antonio debiera relevar, que fueron clave en la lucha, las que combinaron evento cultural, producción de arte, educación y medioambiente, y patrimonio. La Feria del libro Usado, el Rock and DYR, la asamblea ciudadana, el taller Buceo Táctico, la escuela uno y tantas otras acciones político culturales que desarrollamos muchos y muchas resistentes que fueron la base para la cosecha de hoy. Qué bueno que el Milko sea protagonista de eso, no sólo por representar la lucha de su padre, como pescador y luchador social, el Cosme Caracciolo, sino porque es un testigo de que lo que se cosecha hoy fue fruto de un trabajo de luchadores, como ya dijimos, que sabían que iban a ser derrotados en su momento, porque aún no se daban las condiciones para el logro de ciertos objetivos, como los que se acaban de obtener.
Muchos artistas y trabajadores dimos la pelea, algunos tuvimos que abandonar la zona por falta de trabajo, ese que nos negaron los que se apropiaron del municipio y de la institucionalidad cultural.
Resentimiento. Sí, mucho, pero no venganza, ahora vivo en Placilla, lejos de Valpo y lejos de San Antonio, y de aquí no me muevo. Pero quiero colaborar con los procesos de transformación, tengo todo el derecho a hacerlo y el deber, y me pongo al servicio de la causa revolucionaria, aportando experiencia y gestión.
En San Antonio, lo conversaba el otro día con un amigo de allá se debiera transparentar su funcionamiento, con todo lo que implica a nivel de fiscalización y auditorías, pero sobre todo profesionalizar las funciones y nombrar la mayoría de los cargos por concursos. Y en la caso de la cultura, la infraestructura básica compuesta por el museo, la biblioteca, el centro cultural y el departamento de cultura, zonas de irregularidades varias, en ocasiones criminales, es necesarísimo reestructurarla a todo nivel.
Debemos recordar que el centro cultural siempre fue ilegal, desde el nombramiento de su dirección, nunca sometida a concurso público, al igual que la biblioteca y ni hablar del museo, áreas que parecen zonas de emprendimiento privadas.
Imaginamos que la nueva alcaldesa de San Antonio va a armar un equipo de gestión con lo mejor que ofrece la ciudad, y que en Secplac y en cargos clave se va a desarrollar una gestión programática y no de especulación política, como ocurre en Valpo. Para eso está la fiscalización que ejerzan los concejales.
A propósito, un dato clave para el pendejerío que asume las nuevas alcaldías es que el triunfo electoral no es algo personal, sería un error teórico revolucionario asumirlo así, además de ser de una soberbia imperdonable. Ellos(as) son parte de un movimiento, por eso hay que evitar los rasgos histérico escénicos de esta nueva generación que surgió bajo los signos del individualismo patológico.
Y aunque el daño que el municipio de Vera le hizo a San Antonio es inconmensurable, no sólo por el mall ni por generar una institucionalidad cooptadora de la iniciativa y del deseo ciudadano, lo importante es una nueva gestión que debe asociarse al proceso constituyente, porque los municipios deben ser reestructurados radicalmente en la nueva constitución.
El centro cultural, por ejemplo, que es el símbolo del desprecio de la comunidad y de los artistas, ya que siempre negó lo que se había hecho con anterioridad, sólo accedió a su realización como un regalo del poder central, no como un derecho de una ciudadanía movilizada.
Los municipios debieran ser sometidos al escrutinio y análisis del proceso constituyente, su estilo feudal y de construcción de maquinaria de poder debe ser desmantelada. Un municipio efectivamente ciudadano debiera tener ese objetivo.
El llamado municipio ciudadano de San Antonio no debe cavar una trinchera, como el de Valpo, y hacer política autoafirmativa y sectaria, debe crear en cambio un sistema dialógico potente entre el mundo comunitario, la institucionalidad y la empresa portuaria en donde la ciudad sea la beneficiada. Digo.