En Netflix me topé con una película que me capturó, no recuerdo su nombre. Parecía un western, pero no, era una trama bien inverosímil y me entretuvo, su protagonista era una mujer y también aparecía el mar, cuestión extraña al género. Aún así había una reconstrucción de época que correspondía a la conquista del oeste. No voy a contar la película. Me gustó la forma del relato. He visto también algunas policiales, debo reconocer que me gusta más el cine europeo que lo que hacen en Estados Unidos, aunque hay excepciones potentes.
Netflix acompaña mis noches, es la única instancia que me interpela. Quizás estoy deprimiéndome. Vivir solo no es fácil, corrijo, es difícil. En el día, ya sea en la mañana o en la tarde, dependiendo del sol imperante o de si es un día nublado (que es una de las ofertas posibles más esperada) trabajo en el huerto y/o en el jardín, acompañado de mi gata Melissa, con la que no tengo una buena relación, pero igual nos acompañamos, es muy demandante y me exige un cariño, y una disposición para la que no estoy preparado.
Estoy bajoneado, porque a pesar de todo creo que triunfé en la vida. Durante mucho tiempo soñé con que todo se fuera a la chucha y que había que destruirlo todo, incluyendo la iconografía republicana y cagarse al poder y sus símbolos, y exterminar a la oligarquía que maneja los hilos del power. Todo se ha ido cumpliendo, sólo falta lo último, la última parte del relato, exterminar ese poder asentado en la acumulación miserable. El Covid salvó al Estado maldito, pero por otro lado diluyó una cotidianeidad de mierda a la que nos habíamos acostumbrado, viva el corona virus, por eso. Es decir, gran parte del mundo habitual de los cara de chilenos se fue a la chucha y eso no es malo. Al menos da una sensación de venganza contra esa soberbia perversa de la superioridad chilensis en relación con el vecindario sudamericano. País culiado.
La lucha hoy día, nunca me lo hubiera imaginado, está dada en la exhibición de símbolos, lo del traslado de la estatua ecuestre es un claro ejemplo. O la persistencia neoclásica y su republicanismo colonial, o los quiebres de una modernidad en un collage iconográfico. Como nunca la lucha ideológica se trasladó a las relaciones entre estética y política.
Hoy cociné porotos en mi cocina vernácula, me quedaron la raja. Mi vecino que parece que le regalan una canasta familiar cada cierto rato, me regala los porotos negros, porque no le gustan, en el fondo yo creo que los rechaza porque no los considera como viables en la dieta de una persona, él es de la zona rural de Concepción y los porotos a los que él estaba acostumbrado eran de otro color. Yo le convido leña a cambio, ya se viene el invierno y hay que prepararse. Estoy cosechando tomates y zapallos. Todavía mi huerto es algo precario, me faltan semillas para diversificarlo. Los árboles que planteé el año pasado aún no dan fruta. Marzo es un mes productivo, al revés de lo que los medios imponen en las ciudades, con la supuesta entrada a clases y las cuentas que se acumulan, tratando de reponer los marzos de antes, ese del “se vino marzo”. En el campo el mes de marzo es uno de los mejores, es el de las cosechas del trigo y de las papas. Desde la perspectiva campesina el otoño es maravilloso, la ciudad sólo puede ver hojas secas y responsabilidades administrativas, en cambio en el campo hay cosecha y guarda. Echo de menos el “retimiento del chancho” del sur insular.
Ahora estoy conectado con una tristeza productiva, una mirada contemplativa del paisaje y de las sombras. Ojalá podamos rescatar modos de hacer que nos permita diseñar una nueva república. Está difícil. La otra posibilidad es la matanza, llenar de cadáveres las praderas y los valles, como un drenaje biosocial y firmar acuerdos pos holocausto para una paz criminalizada. Por azar del destino me toca habitar una zona que es un cementerio de soldados de la guerra civil del 91. Aquí me conecto con fantasmas que buscan vías de escape o de visibilidad. Ellos sobrevuelan la ciudad podrida que está más abajo, junto al mar. La peste inunda las calles y promete un apocalipsis que podremos ver en Netflix.