El crucero que venía desde Caleta Tortel con el estigma de haber desembarcado a un pasajero con coronavirus, fondeó en Castro y desató una virulenta discusión. Una reconocida dirigente social ancuditana exigía a las autoridades prohibir todo trato con el barco y sus pasajeros mientras otro líder social le hacía notar que su actitud era muy lejana a la legendaria solidaridad chilota. Le recordaba, entre otras cosas, que los pasajeros necesitarían atención médica, insumos, tal vez nada más que la sensación de otros que no los vieran como parias.
Hemos sido empujados a revalorar cuándo dar un abrazo, simbólicamente arriesgarnos a poner el cuerpo en las relaciones humanas.
Ese barco a la deriva, es la metáfora de quienes somos en este tiempo, de la marea (el sistema individualista) que nos ha arrojado con violencia a estos días. Dentro, representación de las bondades aparentes: lujo, placer, tiempo suspendido en el goce y exclusividad. Pero solos flotando en un mar desconocido, avanzando por canales en apariencia amigables que se cierran uno a uno dejándolos en el abandono.
Y nosotros, desde afuera, mirando al otro como una amenaza. Parece un gesto absurdo a la hora de considerar los problemas locales donde, una vez más, el tema de las desigualdades es protagonista. Lo grave gravísimo en Chiloé es la escasa capacidad de atención médica; si ya en tiempos normales los hospitales no resuelven los casos graves y para muchos temas debe viajarse a Puerto Montt, en el caso excepcional de esta pandemia, está claro que no se tienen las condiciones mínimas para responder frente a un contagio masivo. Ayer costaba siete mil pesos un frasco de alcohol gel. La especulación de las cadenas de farmacia sigue imperturbable o peor, lee la situación como una oportunidad de negocio. Síntomas de un sistema económico que hace agua por todas partes.
Para nosotros no es una catástrofe estar dentro de las casas, así se han vivido los intensos inviernos chilotes desde siempre.
La desconfianza en las autoridades y entre los ciudadanos también es una variable fundamental: el socavón que había aparecido en octubre de 2019 no hizo más que crecer en los ciudadanos, entonces, se pone en duda la gravedad de la situación. Pareciera un mecanismo conveniente para “salvar” el momento político del gobierno.
Los vecinos estamos tomando conciencia de la situación. Para nosotros no es una catástrofe estar dentro de las casas, así se han vivido los intensos inviernos chilotes desde siempre. La convivencia generacional nos pone el desafío de resignificar cada gesto: volver a conversar sin la intermediación de aparato tecnológico, retomar costumbres como el juego, la cocina, las lecturas, las historias contadas y comentadas. Se habla de cerrar el Canal de Chacao y el puerto de Quellón y claro, sabemos que se avecinan tiempos de escasez / dolor. Son días en que se agitan las placas tectónicas y hay un reacomodo de los valores personales y sociales. Hemos sido empujados a revalorar cuándo dar un abrazo, simbólicamente arriesgarnos a poner el cuerpo en las relaciones humanas. No poner el ojo en la asepsia sino en la posibilidad de resolver los temas sanitarios reorientando nuestros actos, fortalecer el tejido social en labores de solidaridad, cuidado, abastecimiento y salud comunitaria.
Se habla de cerrar el Canal de Chacao y el puerto de Quellón y claro, sabemos que se avecinan tiempos de escasez / dolor
Amanezco con el comunicado del Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba explicando cómo, no sólo se dejará atracar a un crucero en sus costas, sino que se ofrecerá ayuda médica según protocolos de la OMS y luego le serán procuradas las condiciones para que regreses los pasajeros a sus países de origen. Una lección más de una comunidad que ha vivido al margen del sistema capitalista con los durísimos costos que ha tenido que pagar.
Los barcos como islas flotantes.
Nuestras islas- territorio buscando también los modos de recalar en el futuro sin haber perdido lo que ha sido nuestra identidad.