– Amo la insurrección pendejística, porque logró poner en un tercer plano a la navidad y la fiesta de año nuevo, espero, entre otros logros, además de vandalizar el San Expedito de Reñaca y otras acciones directas que formaban parte de las fantasías criminales que atesorábamos muchos ciudadanos comunes y corrientes, de esos que salimos a comprar el pan para la once y que, a pesar de nuestra pasividad ciudadana, soñábamos con algo parecido a una revolución.
– La insurrección popular cuya fecha de inicio fue el 18 de octubre con el evento de la evasión o también llamada por algunos cronistas como la revuelta del torniquete ha exhibido una buena producción de performances poético políticas que le han dado al acontecimiento un gran espesor estético, no sólo nos referimos a la obra de Las Tesis, sino a toda una voluntad icónica y una creatividad lúdica huevetera que puede ser mucho más relevante que el proceso constitucional que estaríamos emprendiendo (ojalá todo ese capital sea integrado al texto constituyente).
Nadie ha estado a la altura de los acontecimientos, todos lo hemos hecho mal, todos han traicionado alguna causa, así de brutal.
– No cabe duda de que lo que podríamos denominar la insurrección popular del 18 de octubre, ha estado marcado por una voluntad estético performática, a pesar de que su origen parecía estar en una rendija que se fue haciendo cada vez más grande, por donde se coló el pendejismo revoltoso y que arrastró a la ira popular con sus demandas lo que produjo un efecto en cadena que se transformó en una tormenta social, un acumulado de mierda. Antes, durante y después la resistencialidad política y los actos políticos contra el neoliberalismo han estado teñidos de creatividad y de producción artística. La tesis planteada aquí es que la lucha política emancipadora en Chile está determinada por una cierta mediación poética, la que neutraliza el efecto brutal de la contienda.
– Esta poética del hecho político posibilita el diseño de un nuevo sujeto político, quizás un sujeto poético, que rediseña la invención del otro social a la luz de la trama tejida entre lo real, lo imaginario y lo simbólico (lacaniano), por decir algo que suene conceptualmente potente.
Los gorilones básicos de nuestra izquierda quieren fracasar una vez más y no son capaces de consolidar los avances del movimiento popular.
– De lo que no cabe duda es de que la academia, los intelectuales y los profesionales de la política fueron derrotados por un acontecimiento histórico que los madrugó y que los relega al nivel de comentaristas de lo obvio o condenados a hablar de lo hablable. Además, no fue dirigida por ningún puto líder carismático, probablemente estemos en el fin definitivo del gran modelo occidental que rigió la institucionalidad como la conocemos, que es el que nos proporcionaba la iglesia para nuestros sistemas organizacionales funcionales, de ahí que no hay banderas partidarias ni discursos encendidos de dirigentes.
– Otro elemento sorprendente es que nadie ha estado a la altura de los acontecimientos, todos lo hemos hecho mal, todos han traicionado alguna causa, así de brutal la explosión social o la reacción de clase contra el modelo económico social. Ha sido tal el nivel de la sorpresa que los gorilones básicos de nuestra izquierda, quieren fracasar una vez más y no son capaces de consolidar los avances del movimiento popular al romper con la continuidad del paradigma instalado por la derecha, e insisten en argumentar con consignas y poner por delante el placer odioso del reproche público y no privilegiar el momento de las alianzas táctico estratégicas que son clave al momento de consolidar los avances concretos.
Seamos utópicos, pidamos sólo lo que es posible. No olvidar que en la actitud de exigir el todo o nada, el resultado es nada.
– A nivel de práctica teórica, quizás el dilema político de la izquierda sea negociar con la derecha no facista una continuidad democrática con una profunda justicia social o agudizar las contradicciones e irnos a una guerra perdida que puede ser el objetivo latente de un grupo que quiere ser derrotado para continuar administrando el negocio de la victimización. Esta impronta político decisional debe ser resuelta ahora. Esto implica una transacción con la burguesía monopólico y financiera (o sus representantes), y renunciar a los maximalismos. Quizás aparezca como un segundo momento de la política de los acuerdos, que en este caso sería un gran acuerdo, uno que posibilite la continuidad de la república. ¿Seremos capaces? Seamos utópicos, pidamos sólo lo que es posible. No olvidar que en la actitud de exigir el todo o nada, el resultado es nada (esa es la historia popular).